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Amanecer


Estos últimos días he tenido la fortuna de ver el amanecer. Hay algo maravilloso en observar al sol salir. Es como sentir que el nuevo día es un lienzo en blanco, lleno de oportunidades. Cuando me levanto más tarde, es como si estuviera un poco atrasada, jajaja. Gracias a estos amaneceres, nublados e invernales, pero hermosos de cualquier forma, me he dado cuenta de que los primeros pensamientos del día pueden determinar su curso. Si me despierto pensando que mi vida está mal, o me siento enojada, desesperada o frustrada, ¿qué clase de día espero tener?

Es verdad que últimamente las cosas no han salido como esperaba. Y también es cierto que me he sentido abrumada, cansada y triste. Sí, también he llorado, he llorado mucho. Pero he decidido manejar mis emociones de una manera consciente para que ellas no terminen apoderándose de mí. He elegido alejar el malestar y el dolor de mi mente para poder brindarle libertad a mi corazón. Libertad para disfrutar las cosas hermosas de la vida, las que verdaderamente importan, las pequeñas que tenemos a nuestro alrededor, como ver el amanecer y estar enamorada.

Hoy, y mañana también, sin importar si fuiste testigo de la salida del sol, empieza tu día con los mejores pensamientos. Despierta agradecido por estar sano y porque tus seres amados están bien (o mejor jaja). Despierta feliz porque puedes ver, caminar y escuchar. Despierta pensando en esa persona especial que llena tu corazón, soñando con verle y darle un beso. Despierta sonriendo y tal vez brindando una palabra amable a alguien. Entonces irradiarás amor y tendrás el mejor de los días, la mejor de las semanas, el mejor de los años...

La belleza está todo el tiempo alrededor de nosotros. Abre bien los ojos, ¡ahí la tienes! En cada instante, en tu respiración, en los sonidos del viento. ¡Eso es la vida! No el dinero, ni las cosas materiales que puedas acumular, sino lo que te hace vibrar, sentir y sonreir. La felicidad no es algo que provenga del exterior, como unos hermosos zapatos o el saldo de tu cuenta bancaria. La felicidad simplemente está ahí, dentro de ti, si es que has sabido llenar a tu corazón de belleza y si es que sabes quién eres y a dónde vas, y no dejas que nada ni nadie se interponga en tu camino.

Toma ese lienzo en blanco que obtienes cada día y llénalo de color, de sabor, de amor. Llénalo de ilusiones, de sueños, de tardes al aire libre y caminatas, de risas, de besos. ¡Aprovecha un año nuevecito! Seguramente este 2011 te encontrará convertido en un mejor ser humano: 12 meses más viejo, 12 meses más sabio, 12 meses más vivido, 12 meses más aventado, 12 meses más entendido, 12 meses más feliz y 12 meses más experimentado en el sutil arte de vivir. Espero que así sea. ¡Feliz año a todos! Los amo.

Laconismo


No me gusta dar consejos porque me parece la más inútil de todas las cosas inútiles. El que pide un consejo nunca lo sigue, a menos que coincida con lo que estaba dispuesto a hacer antes de pedirlo. Pero alguien a quiero mucho me ha pedido algunos consejos para escribir, y algo hay que contestar. El único consejo que me atrevo a darte es que, si fueras jardinero, te diría que no te cansaras de podar tu jardín. Como eres escritor, te recomiendo que no te canses de podar tu prosa. Con lápiz en mano y sin la menor compasión, lee lo que acabas de escribir y ve si hay manera de quitarle algo. Y así, una y otra vez hasta que te sea imposible una nueva poda. ¿Te has dado cuenta de que a cualquier página de un mal escritor siempre le sobran cuarenta palabras y le faltan cuatro? Bueno, esas cuarenta y cuatro palabras justas son las que pueden diferenciar un escrito bueno de uno malo.

Evidentemente, la frugalidad de palabra es una de las cualidades del buen estilo, que sólo rehúyen los apresurados y los flojos, porque escribir corto es mucho más difícil que escribir largo. La capacidad de síntesis es una magnífica disciplina que todo escritor debe ejercitar porque, en la literatura como en la vida, nunca se peca por hablar de menos; siempre por hablar de más. Por eso, cuando escucho esos frondosos discursos políticos en los que se derrochan millares de palabras por hora para no decir absolutamente nada, no puedo dejar de pensar en los poetas, que consiguen hacer caber los pensamientos más bellos del mundo en los catorce versos de un soneto.

Y así como existen los charlatanes de la conversación, existen los charlatanes de la literatura. Seudoescritores convencidos de que con cualquier migaja de idea puede fabricarse un pan a fuerza de inyectarle palabrería. Pero el exceso de adorno es una hinchazón enfermiza del estilo y representa en el arte lo que en la vida la fanfarronada. Juan Ramón Jiménez tenía razón: “La literatura no debe vestirse como reina fabulosa. No hay belleza como la belleza desnuda”.

En mi opinión, entre todos los pueblos clásicos, los más amantes de la sobriedad del lenguaje fueron los espartanos, de cuyo nombre “laconios” viene la palabra con la que se donomina esta virtud. Cuando el rey Filipo les dirigió un largo mensaje celebrando su educación, su sabiduría y sus leyes y, después de mil palabras aduladoras, les pidió licencia para visitar su país, los laconios contestaron simplemente “no”.

Las literaturas orientales, que han escrito apólogos para todo, para este caso nos han dejado uno hermosísimo. Un emperador encargó a los sabios de su corte escribirle una historia completa de la humanidad, en la que constara todo lo importante que los hombres habían hecho desde el principio del mundo hasta aquéllos días. Los sabios, en diez años de concienzudo trabajo, consiguieron terminar una Historia Universal, en diez tomos. Pero el emperador, demasiado ocupado en amores, no tenía tiempo para leer tanto. Entonces ordenó a que aquellos diez tomos de letra pequeña y apretada fueran reducidos a uno solo de letra grande y clara. Los sabios trabajaron de nuevo y, en otros diez años de labor, consiguieron hacer caber toda su historia de los hombres en un solo libro. Pero entre las guerras del norte y las miserias del sur, tampoco había espacio para leer un libro entero y el emperador ordenó que fuera reducido a cuatro páginas escuetas, como un informe militar. Otra vez trabajaron los sabios y, cuando por fin llegaron con las cuatro páginas, el emperador estaba agonizando. “No me queda tiempo. Decídmelo en unas cuantas palabras”. Entonces el más viejo de los sabios avanzó y le dijo: “Majestad, desde el primer día hasta hoy, los hombres han trabajado, han sufrido y han amado”.

Vértigo


Hace unos días soñé que estaba en la cima de una barranca muy profunda. No sé ni cómo llegué ahí pero, en un momento dado, me encontraba parada en la orilla de este lugar imponente, admirable… Desde la altura se veía cómo se abría la tierra y al fondo pasaba un río tranquilamente. La primera sensación fue un vértigo espantoso. Siempre he tenido miedo de las alturas, así que ese miedo se apoderó de mí, un miedo que se siente, como dice mi amigo Felipe, “como si te jalaran el ombligo por dentro”. Vértigo.

Estoy muy familiarizada con esta sensación. He sentido vértigo toda la vida. Cuando tengo deseos, sueños, cuando se me presentan oportunidades, cuando he enfrentado mis duelos, al amar… Es esa sensación tan extraña que te provoca el sentirte atraído con locura hacia alguien ó algo, pero al mismo tiempo tener ansiedad, miedo. Miedo de pensar demasiado y no atreverse a sentir. Y también miedo al desear hacer algo con todas tus fuerzas, pero no tener el aplomo para lanzarte al ruedo… Vértigo, que no es en sí miedo a caer, sino deseos mismos de aventarse.

Y me encontraba ahí, paralizada, sintiendo vértigo. Tal vez sí tenía deseos de arrojarme al vacío. (Paréntesis. Atención: esto no es un deseo suicida, es sólo vértigo. No se me vayan a alborotar, especialmente Roberto, jajaja, que, para los que no lo conozcan, es mi terapeuta y, claro, mi amigo. Fin del paréntesis) De pronto llegó la calma, como si el abismo me comenzara a relajar con el ruido del agua, el viento y la inmensidad. ¿Cuántos años hace que este lugar tan hermoso existe? Muuuchos años. Desde antes de que mi tátara-tátara-tátara abuelo pensara en formar una familia, esta majestuosidad ya existía. Entonces sentí como el sitio se movía lentamente, como un mar en calma. Se movía tan lentamente que era casi imperceptible. Pero se movía, estaba vivo, respiraba, me hablaba…

Me olvidé de todo y comencé a pensar en mí, en mis preocupaciones. Qué pequeñas son comparadas con la inmensidad misma de ese lugar. Qué insignificantes cosas me hacen sentir angustia ó me atormentan. Qué minúscula soy. Y sin embargo adentro, en mi corazón, todo se siente tan grande, tan intenso. En realidad, la vida es tan corta, se va tan rápido, que no tiene ningún caso llenarla con sentimientos negativos ó dudas. Pensándolo bien, ¿qué importa el futuro si lo que tenemos ahora es el presente? ¿Por qué colocamos máscaras, aparentando que no sentimos, que no nos importa? ¿Por qué no nos permitimos sentir y dejarnos llevar? ¿Por qué nos afanamos en buscar seguridad? En realidad, lo único de lo que podemos estar seguros es de que en algunos años ya no estaremos aquí.

Yo creo que esta vida que tenemos es única. Ojalá me equivoque. Ojalá tengamos otra oportunidad para estar en este mundo, respirar y sentir nuestro corazón latir. Ojalá tengamos otra oportunidad para estar en este mundo y comer chocolates ó pizza. Ojalá tengamos otra oportunidad para estar en este mundo y sentir mariposas en el estómago, insomnio y falta de hambre por alguien. Ojalá incluso tengamos otra oportunidad para estar en este mundo y volver a sufrir cuando alguien se va, y llorar. Señal de que estamos vivos, de que no somos piedras.

Pero como no creo que así sea, venceré el vértigo y me aventaré. ¡Sí! Como el águila que descubre por primera vez que puede volar. Trataré con todas mis fuerzas de ser como ella cuando, al descubrir que se aproxima una tormenta, no huye, sino por el contrario. Sube al punto más alto que encuentra y espera a que los vientos soplen con fuerza. Entonces, los utiliza para impulsarse por arriba de los relámpagos y los truenos. Aprenderé de su confianza en la vida y le pediré prestadas sus alas.



Y volaré por la música, que me estremece con cada nota, haciéndome vibrar. Y volaré por el conocimiento que cada día adquiero sobre quién soy y lo que deseo, y por saberme única e irrepetible, con el compromiso de fomentar mis cualidades y talentos, con los que debo ser responsable. Y volaré por mi deseo constante por compartir la vida con otro ser feliz y entregarme por completo, en cuerpo y alma, a ese amor.

Vértigo. Ganas de arrojarse al vacío. ¡Ahí voy!

Gracias a los abismos por hablarme en sueños y gracias a todos los que me hablan a través de la vida.

La rosa de nuestra amistad


Soltó un grito. No fue un grito fuerte ni largo. Más bien fue un quejido de dolor, de miedo, de pena contenida… Ahí estaba ella, tirada en el suelo, agonizando, muriendo. Sus ojos estaban rojos y húmedos. Me miraban suplicantes, pidiéndome tal vez que la salvara o quizá que la matara de una vez y la dejara ir para siempre. No pude sostener la mirada y... no hice nada. Lo siento.



Pero unos años después, el día de hoy, mi mejor amiga, mi musa, me vino a visitar. Ya la sentía rondándome. Y no es que no quisiera verla, ni que no la quisiera. Es más, había llegado a amarla más de cien veces. Pero se me había olvidado lo bien que me hacía estar con ella. Juntas logramos maravillas. Desde hace meses veía señales de su presencia cada vez más cercana. Y este día hermoso, hoy, me estaba esperando. Venía decidida a hacerme frente. Yo traté de esconderme, pero no pude. Estaba ahí, en la puerta de la casa. Se paró frente a mí, con las manos en la cintura. Me clavó los ojos con tal fuerza que no pude articular palabra. Y me tomó de la mano, me llevó hasta la computadora y me dijo: “Escribe” “Escribe pronto porque no estaré aquí por mucho tiempo.” Comenzó a dictarme.

“La amistad es una rosa en crecimiento. Las flores son seres silenciosos e incondicionales que nos acompañan en la aventura de la vida. Ahí están, dándole color a la habitación, poniéndole vida. Sus formas tan distintas son capaces de enriquecer cualquier paisaje, por especial y extraño que sea. Unas tienen hojas redondas, otras circulares, otras alargadas… Son de tonalidades tan variadas que maravillan: flores blancas, rosas, moradas, rojas… ¡Qué hermoso es verlas! Transmiten paz, embellecen, te hacen sentir la majestuosidad de este mundo.

Las flores son como los amigos. Compañeros de la vida. Hermanos elegidos por nuestro corazón para formar parte de nuestras aventuras, de nuestros sueños y de nuestras locuras. Unos callados, otros sociables, unos dementes, otros cuerdos… mis amigos. Le dan color a mi alma, la nutren, me regalan sonrisas. ¿Qué puedo hacer con tanta belleza sino amarla?

Amigos queridos: los amo en verdad, con todo mi corazón. Pasó el tiempo, se me olvidó “ponerles agua”, limpiarlos, plantarlos, arreglar nuestro jardín. ¡Lo siento! Siento que nuestra rosa se haya roto. Tal vez no fue de golpe. Una rajada aquí, otra por allá y, al final, se han caído todos los pétalos al suelo. La hemos olvidado y la hemos dejado ir. ¿Qué faltó por decir, por hacer? ¿Qué monstruos habitaban nuestro interior que fuimos capaces de dejar a una rosa así, tirada, triste, sola? De verdad lo siento, por lo que a mí me toca.

Pero hoy, la rosa de nuestra amistad ha dado otro grito, ni largo ni fuerte. Fue un quejido de pena contenida y de dolor. Y esta vez sí la he mirado a los ojos. La tomé entre mis manos y la he curado. Las mismas dos personas que un día le dimos vida, tú y yo, amigo, amiga; los mismos que la vimos crecer y disfrutamos mil veces de su aroma, su color, sus risas y su alegría. Y creció y creció y comenzó a transformarse en algo tan grande y tan caluroso como el sol mismo. Esas dos personas somos tú y yo. ¿No crees, amigo, amiga, que podríamos volver a hacerlo? ¿No crees que podríamos llegar a tener un jardín inmenso lleno de rosas? Llámame, quiero verte. Escríbeme, aquí estoy. Amigo, amiga, ¿nos tomamos un café?”

Gracias, musa, mejor amiga, por venir con un girasol en la mano a hacerme notar las estrellas, a derrocharlas para que pueda sentirme abrumada y nostálgica. Tanto que pueda llorar largas horas por la rosa que dejé morir, para que el día de mañana todo se encuentre limpio y fresco para dar paso a la alegría de nuestra amistad renovada y re-plantada. Prometo regar la tierra y podar las ramas. Te amo.

Carta a un mexicano


Querido mexicano:

Ayer la última gota derramó el vaso. Después de tantos años viviendo a tu lado, tratando de aconsejarte, de ser una herramienta útil en tu vida y de acompañarte en cada una de tus malas elecciones, hoy decidí irme. ¡Simplemente me voy! ¡Renuncio!

Me cansé de esperar a que te levantaras temprano, desayunaras algo nutritivo y te fueras a trabajar a tiempo. En vez de eso te dabas vuelta en la cama y decías: “cinco minutos” (mismos que se convertían en media hora). Después te levantabas apresurado gritando malas palabras, generalmente asociadas con tu mamá, y desayunabas una torta de tamal con atole afuera de la oficina.

Me cansé de pedirte por favor que no le mostraras el dedo medio a los conductores de otros vehículos para compensar tu impuntualidad. En vez de eso convertías el trayecto en una pesadilla, con claxonazos, volantazos y mentadas de madre para desquitarte de ti mismo y tu mediocridad.

Me cansé de aconsejarte que hicieras tu trabajo con ímpetu y seriedad, profesionalmente y con amor. Me hubiera gustado verte disfrutar de tu día, de tus responsabilidades y de tus logros. En vez de eso, te observé por años perder el tiempo en el cubículo, mirando el reloj constantemente para salir corriendo cuando llegara la hora de la comida. Por si esto fuera poco, ayer por la tarde te vi colgar la bocina a un cliente cuando no sabías qué hacer. No fuiste capaz de investigar cómo podías ayudarlo, sino que lo hiciste esperar en la línea unos minutos para que creyera que estabas haciendo algo y, después, le dijiste que debía llamar a otro número, hablar con otra persona, sólo para quitarte de encima la responsabilidad de atender a una de las personas que pagan tu salario. Fuiste a la sala de café, te hiciste tonto por unos minutos y regresaste a aplatanarte en la silla esperando la hora de la salida.

No me deleité precisamente cuando decidiste ir a tomar unas cervezas con tus amigos. Yo te recordé que habías prometido a tu hijo ir a su recital de piano, pero no me escuchaste. Al parecer, desde hace mucho tiempo, tal vez desde antes de que nacieras, mi trabajo ya era inútil y desvalorado. Llevo décadas trabajando con mexicanos como tú y ya me cansé. La paciencia se termina, ¿sabes? La vocación se muere en el intento. Trato de justificarte y entenderte cuando tomas la calle de la esquina en sentido contrario, cuando te mueres de envidia por los logros ajenos, cuando haces comentarios despectivos sobre los demás, cuando te quejas pero no propones, cuando ofendes en redes sociales, cuando te enojas e insultas al oficial que te pone una multa si te pasas una luz roja, cuando quieres que todo se te dé en la palma de la mano porque “es la obligación del gobierno ser tu mamita”…

No, por más que hago no puedo comprender tus complejos y tus arrebatos. Todo es inútil. Creo que es algo que traes en la sangre, un chip que te hace ser como eres. Eso debe ser. Tu ADN viene contaminado con clichés como “el que no transa no avanza”, “ahí se va”, “me vale madre” y “la última y nos vamos".

Miro a tu alrededor y me doy cuenta de que tienes al alcance de la mano miles de recursos: libros para leer, museos para visitar, tierra fértil, abundancia en frutos y legumbres, un corazón para amar, unas manos para ayudar a tu prójimo. Podrías ser un ser maravilloso, inteligente, culto, que se enriquece con el talento y la belleza de los demás y aporta su granito de arena para impulsar a otros. En vez de eso, eres un ser que consume programas de televisión para tarados, come masa frita en manteca, pone el pie a las personas que pasan para que se caigan e inventa chismes para “justificar” la buena fortuna de los que ves triunfar a tu alrededor. “Seguramente está metido en negocios sucios. Por eso se compró un auto”. “Es el año del bicentenario, por eso ganó Miss Universo”. “Es un pinche gachupín de mierda” Y con este último comentario no trataste de justificar nada. Salió de tu boca pues... “¡nomáaaaaaaaaas!”

Fíjate, ahora mismo llevas dos horas de atraso para la fiesta a la que te invitaron. Qué lindo. ¿Por qué si te citaron a las 2:00 de la tarde, son las 4:00 y apenas vas llegando? Y, peor aún, ¿por qué todos los demás hacen lo mismo? Mira, tu primo también está llegando en estos momentos. Todos ya terminaron de comer, pero ya te sentaste a esperar que la anfitriona vuelva a calentar la comida y te sirva. Y más vale que se apure porque ¡tienes hambre!

Qué lástima que seas así, mexicano. Mis ojos lloran por ti y por tantos otros que son como tú. Mi alma mira a tu país con tristeza, porque me doy cuenta de que no vas a cambiar. Se te va a ir la vida en alcohol, fiestas, desgana, complejos y billetes de lotería. Tal vez se cumpla tu sueño de hacerte rico y no tener que trabajar nunca más. ¿Te das cuenta? No se va a poder lograr un cambio verdadero en tu patria, a la que dices amar, mientras sigas con los ojos vendados ante la belleza de sus tierras, la hermosura de su música, la ricura de su maíz y la cultura de la que eres parte. El trabajo, la honestidad, la puntualidad, la ética, el civismo y las frutas no hacen daño. Créeme.

Me voy. Tal vez ni siquiera notes mi ausencia, por eso te dejo esta carta. Ah, ¡pero claro! Qué ilusa soy. Seguramente ni siquiera la vas a leer. “¿Leer? No, qué flojera”. Adiós, mexicano. Sigue mentando madres, chingando, mandando a la chingada y siendo un chingón y un grandísimo cabrón. Que estas fiestas patrias bailes y tomes mucho, que te pintes la cara de verde, blanco y rojo y le muestres al mundo tu orgullo de ser mexicano. Al fin y al cabo, parece que eres muy feliz.

Hasta nunca. Atentamente:
Tu conciencia.

El camión de la basura


Tengo que apurarme porque hoy pasa el camión de la basura. ¡Cuánta porquería tengo aquí guardada! Mira estos zapatos. Es increíble pensar que alguna vez los consideré hermosos y dignos de ser comprados. En este closet hay miles de cosas que he acumulado con los años: boletos de conciertos que creía eran un tesoro; ropa que hace mucho tiempo no uso; objetos que guardé porque algún día los convertiría en algo increíble…

Pero llegó el día en el que me di cuenta de que sólo necesitaba un empujón para librarme de toda esta basura. Pues bien, es tiempo de tomar cajas y bolsas para empezar a tirar todo lo que ya no sirve.

-Este cinturón viejo, tan pasado de moda.
-Todos estos sentimientos desmotivantes: “No puedo hacerlo” “Nunca encontraré alguien que me ame de verdad” “Estaré sola (o) por el resto de mi vida” “No tengo lo necesario para lograr mis objetivos” “No me veo tan bien como yo quisiera” “Nada me sale bien” “Ella me odia”
-Las duras palabras que he escuchado de otros, que me han marcado de alguna manera y que me han importado tanto como para modificar mi forma de ser, de hablar y de pensar, sólo para “ser aceptada”.
-El “qué dirán”. No sé por qué aún conservo un pomito de esto. Proclamaré mi individualidad y mi pensamiento a los cuatro vientos.
-Mis discos de Menudo. Bueno, sin palabras…
-Los sentimientos de culpa, que taaaaaaanto daño me hacen. Cualquier error de mi pasado ha quedado atrás. Si a alguien le causé daño, ofrezco disculpas sinceras, con la mano en el corazón. Y después de un minuto de reflexión con imágenes centelleantes sobre mis metidas de pata, ¡a otra cosa, mariposa!
-Esta blusa que me queda enoooorme.
-Los resentimientos que atormentan a mi corazón. Y creo que esto me llevará mucho tiempo porque veo una pila muy alta de ellos, todos amontonados. Bueno, vamos poco a poco, uno por uno. “No estuviste a mi lado cuando te necesitaba” “No te interesa escuchar lo que tengo que decirte” “No agradeciste el trabajo tan hermoso que hice por ti de todo corazón” “No valoraste mi compañía y mi amor sincero” “No me conoces. No sabes quién soy en realidad” “Bajaste mi auto-estima hasta el piso con tus palabras” “Sub-estimaste mi capacidad” “Insultaste a alguien a quien amo” “Esparciste mis secretos por ahí” “Yo quería ser tu amiga y no me dejaste acercarme” “Crees que lo sabes todo. Nadie lo sabe todo” “Criticaste cada cosa en mí” Uy, de estos hay muchos. Sí, creo que todos se tiran.

¡No más! ¡Al bote de la basura! ¡Todo se va!



Pensé que nunca acabaría. Me duele la espalda de tanto trabajar y estoy mentalmente agotada pero, ¿sabes? Me siento más ligera que una pluma en el aire. Mi espacio estaba realmente saturado con porquería inútil. Tan saturado que no podía ver más allá, ni caminar en medio de tanta y tanta basura. Mira, ¡aquí tengo una blusa que no he estrenado! ¡Y no es negra! ¡Encontré una carta escrita por mi abuelo! ¡Aquí hay hermosos recuerdos de mi infancia! ¡Amor, abrazos, amigos sinceros! Y no sólo eso, ¡también hay mucho espacio vacío para nuevos pensamientos hermosos, sueños y tardes de café y charla!

¡Yei! ¡Ya llegó el camión de la basura!

Este blog está dedicado a todos mis amigos: los de antaño, los nuevos, los que me aman ya, los que apenas están aprendiendo a quererme, los que están pensando que me falta un quinto para el tostón, los que no saben por qué de pronto me pierdo en la inmensidad del tiempo… Por cierto, también eso ya lo tiré. Podríamos vernos más seguido, ¿no te parece?

“Eres más hermoso de lo que crees, más talentoso de lo que piensas y más amado de lo que te puedes imaginar”.

Tarea - ¿Qué es la muerte?

¿Qué es la muerte?

Mmm, qué tarea tan difícil. Por lo general a mí me dicen “escribe” y las palabras me brotan a chorros. Pero en este caso, la muerte… La verdad es que es un tema del que no me gusta hablar. Me causa tristeza, angustia, me da miedo... Tal vez porque para mí la muerte no es más que dejar de existir. No ver más el cielo azul; no escuchar más la lluvia caer; no vibrar más por el contacto de otro roce; no percibir más el aroma de un pastel recién horneado, y no sentir más a mi corazón latir, amar, sufrir... Eso es morir: abandonar el cuerpo terrenal, los brazos que abrazan, las piernas que caminan y los labios que pronuncian palabras de amor o de odio. Convertirse en etéreo, eterno, inodoro, incoloro e insípido. Ser como el aire, volátil.

Ita, no divagues. Un cuento que hable sobre qué es la muerte. Caray, qué complicado está esto. Ya llevo muchos días escribiendo, borrando, tachoneando, volviendo a empezar... La muerte. A ver, la muerte es “irse al cielo” según los niños, la religión católica y muchas personas. En realidad yo no creo en el “más allá”. Bueno, a veces sí. Cuando sueño con mi abuela, que ya no está. En esos momentos, cuando la siento aquí conmigo, parece que de verdad sí está. Y entonces deseo que exista ese “más allá”. Sí, para volver a platicar con Cris o Icker, que se fueron tan de repente, sin ningún sentido. Para que mi abuelo me termine de contar la historia que estaba escribiendo, y que dejó inconclusa. Para poder escuchar a Jorge tocar el piano otra vez. Para poder preguntarle a Israel por qué se quitó la vida siendo tan joven, tan hermoso y talentoso. Para saber que, después de esta vida, aún hay tiempo para mí. La muerte duele, por eso no me gusta hablar de ella.

Pero después de muchas horas de reflexionarlo, siempre llego a la conclusión de que el “más allá”, el trascender, no existe. La muerte es simplemente “irse”. ¡El cuento! Bueno, ya, el cuento. Deja de pensar tonterías y comienza de una vez a escribir. "Había una vez" Sí, un cuento tradicional. Eso es lo que voy a hacer.



Había una vez una hormiga que, aparentemente, era como todas las demás. Ella era sólo una más entre tantas hormigas que, una tras otra, subían, bajaban, siempre en franco apuro. ¡Rápido, rápido, rápido! ¡Vamos, vamos, vamos! Esa era su vida, minuto a minuto, día tras día. Pero ella deseaba algo más; quería por una vez detener su andar y preguntar: “¿Qué estamos haciendo? ¿A dónde vamos? ¿Por qué tanta prisa?” Efectivamente, ella no era como las demás hormigas. Era diferente.

A su alrededor podía ver plantas verdes de todos tipos y flores muy hermosas. Caminaba por la tierra cargando una hoja muy grande. De pronto sintió el impulso de soltar la hoja, abandonar la fila y correr en dirección contraria.

-¿A dónde vas? –le gritaban las demás hormigas.
-A vivir un poco –les respondió.
-¿Vivir? Eh, pero la hoja. Esto es importante, regresa, ¡regresaaaaa!



Su corazoncito latía con fuerza. Tenía miedo, pero también se sentía, tal vez por primera vez, viva. Miró su reflejo en unas gotas de agua y pensó: “Así que esa soy yo”. Y siguió alegremente su camino por el verde prado.

Sus aventuras fueron muchas: escapó de un oso hormiguero, se subió en un árbol enorme y contempló la vista, se colgó de una libélula y voló por los aires…

Una noche muy fría, cuando estaba caminando por un jardín, se acercó a ella un pequeño niño que estaba jugando. Cuando se dio cuenta de que la hormiga estaba demasiado cerca de su mano, se asustó, gritó muy fuerte, levantó el pie y…

-¡Óyeme, noooooooooooooo!
-¿Perdón?
-No, Ita, no. No me vas a matar. Me niego rotundamente.
-¿Hormiga? ¿Me estás hablando a mí?
-Sí. Ni creas que me voy a morir en estos momentos, cuando apenas estoy comenzando a vivir.

No, creo que ya estoy demasiado cansada. ¿Qué hora es? Claro, con razón, a esta hora nada bueno puede salir. Mañana sigo escribiendo. Ya estoy escuchando voces. ¡A dormir! Buenas noches.


____________


Listo. ¿En qué me quedé? Ah sí. El niño se dio cuenta de que la hormiga estaba demasiado cerca de su mano, se asustó, gritó muy fuerte, levantó el pie y…

-¡Que no! ¡No, no y no! ¡No me vas a matar!
-Entonces, ¿no estaba soñando? ¿En verdad eres tú?
-Si, soy yo. ¿Qué derecho tienes a darme una vida hermosa y a quitármela de pronto, así como así?
-Hormiga, esto no es algo negociable. El tema es “Qué es la muerte”. Debe haber un muerto, alguien debe morir. Lo siento.
-¿No es negociable? ¿Mi vida no es negociable? Oye, ni siquiera he amado a alguien, no sé lo que es llorar por amor. No puedes hacerme esto.
-Me estás poniendo en una posición muy complicada. Yo debo terminar esto ya, en estos días. No tengo tiempo.
-Pues no tengo idea de cómo vas a resolverlo, pero no me voy a morir, no me voy a morir y no me voy a morir.
-Mira, si quieres agrego un amor tormentoso y apasionado a la parte de las aventuras. A ver, deja me regreso…
-No es nadamás el amor, tengo muchos sueños, muchos días por delante, aún soy joven.
-Si no es un niño, es un perro. Y si no es un perro, es un zapato. Pero lo que es cierto es que algún día vas a morir. Y tal vez un día no muy lejano. Eres una hormiga, un ser indefenso, pequeño y frágil. Lo siento, de verdad.
-Ni nombre tengo y ya me voy a morir.
-De acuerdo. ¿Qué nombre te gusta? ¿Cómo quieres llamarte?
-Ya no importa. A ver, mátame. Estoy esperando. ¿Qué más da todo? Escribe: levantó el pie y…
-Involucrarse con los personajes no es bueno, definitivamente. Cuando pensé en ti y te hice diferente debí haberlo previsto. No es sencillo para mí esto de matarte, ¿sabes? Eres especial, eres un ser que tiene iniciativa, que es único, que se atrevió a salir de la fila. Pensándolo bien, yo tampoco quiero matarte.

No, no puedo matarla. Esto es muy complicado. ¿Cómo voy a determinar con unas palabras una muerte? Ni siquiera sé qué es la muerte. Ni siquiera sé qué se siente, qué hay detrás, o si en verdad hay algo más después de morir. No puedo tomarlo a la ligera.

____________


Ya está decidido. Es definitivo. No voy a matarla.

-Gracias.
-De nada, hormiga. Tienes razón, yo no soy nadie para matarte.
-¿Estás segura? ¿Y tu tarea?
-Creo que la persona que me la pidió entenderá.
-Estoy muy feliz. Termina el cuento, tengo curiosidad. Quiero saber qué pasa.

El niño se dio cuenta de que la hormiga estaba demasiado cerca de su mano, se asustó y corrió lejos de ahí. La hormiga entonces, siguió con su vida de hormiga, lejos de la fila apurada y lejos de la reina madre y sus normas. Siguió subiendo árboles, pisando gotas de agua resplandeciente, mirando horizontes de luz y sonriendo.


-Ejem…

Ah, sí. Conoció a otra hormiga de la que se enamoró perdidamente, apasionadamente. Y una tarde de sol se casaron frente a una flor roja y prometieron amarse y respetarse hasta que la muerte las separe. Algún día, en algún momento. Mientras tanto, dejó de preocuparse por la muerte, y siguió viviendo.

¡No lo puedo creer! ¡Terminé la tarea!

El búmeran

Un búmeran, ó boomerang en inglés, es un artilugio deportivo que es capaz de retornar a su punto de lanzamiento. Puede adoptar casi cualquier forma y se fabrica con muy variados materiales: madera, plástico, aluminio… Hoy estoy fabricando uno. Será muy hermoso y tendrá muchos colores: rojo, naranja, amarillo, verde, azul. ¿La forma? No importa tanto, tal vez circular, redondeado, no lo sé, como tú quieras. ¿Te lo puedes imaginar? ¡Muy bello! Pero lo más importante no es cómo se ve, sino lo que va a repartir a su paso: amor, palabras de aliento, favores, sonrisas y perdón.



Desde hace mucho tiempo he luchado contra el odio que se encuentra a mi alrededor. Odio irracional, injustificado y completamente sin sentido que flota en el aire, gracias a todas las personas que lo esparcen por todas partes.

-Con comentarios negativos sobre los demás, que generalmente están motivados por frustración, celos ó envidia. Criticando todo y a todos, normalmente basando estas críticas en opiniones pobres y pre-juiciosas. ¿Por qué no se puede sentir felicidad cuando otra persona tiene éxito ó es feliz?

-Inventando rumores y diciendo mentiras, solamente porque disponen de cantidades ridículas de tiempo para invertir en repartir odio. Sin embargo, estas “joyitas” no dedican energía a actividades positivas: voluntariados , obras de caridad. Y si lo hacen, se regodean de su hazaña para que todos lo sepan.

-Discriminando lo que es distinto: otro color de piel, otra preferencia sexual, otra religión, otra posición social, otra manera de ser y de vivir… La mayoría de las veces ni siquiera conocen lo que juzgan. Crean en su mente ideas que creen ciertas y las convierten en su verdad absoluta. Son tan inseguros que cualquier diferencia en los demás les provoca resentimiento, porque ellos mismos no se atreven a ser originales, a pensar abiertamente y, por lo tanto, no saben cómo dejar de ser críticos. Qué pena me dan estos seres. Son “corazones sonámbulos” que caminan por el mundo siendo infelices. Lamentablemente, a la infelicidad no le gusta vivir sola, por lo que atrae a más seres patéticos para crear pantanos de miseria.

Estoy demasiado cansada de esta lucha, demasiado abrumada por tanto rencor. He decidido que todas estas personas no arruinarán más mis días. No tengo tiempo para eso. La vida se va y se acaba, transcurre muy rápido. A partir de hoy, mi tierra no será fértil para el odio, sólo para el amor. Podría seguir acumulando piedras en mi maleta y cargando todo este peso innecesario. ¿Para qué?

Por el contrario, hoy cargaré mi búmeran con amor, paciencia, favores, buen humor, sonrisas, bellas palabras, comentarios agradables, canciones… Y lo lanzaré al mundo como se deja libre a una paloma mensajera: esperando que regrese.

¿Quieres unirte a mí? Ven conmigo. Construye tu búmeran. Despójate de la basura, de los prejuicios, del dolor. Eres demasiado hermoso (a) para llevar toda esa podredumbre en tu corazón. Una vez que lo hagas, sentirás como un gran peso se te quita de encima. Ya puedes ser tú mismo sin importar lo que los demás piensen. Ya no tienes que criticar cualquier vestido ó mal peinado. Ya no tienes que tener una opinión sobre la vida de nadie. ¿No sería grandioso que camináramos juntos (as) por este camino sin quejas, sin odio, sin rencor, sin inseguridad, sin distinciones? ¡La vista es magnífica! Te estoy esperando.



¡Lanza tu búmeran!

¡Feliz día de la madre!


Gracias, mamá...

-Porque cada mes, durante todos tus años, tuviste cólicos, malestar y
depresión, con la esperanza de, algún día, ser mi mamá.

-Por sacrificar tu figura y tu belleza por darme la vida.

-Porque me entregaste tu juventud y tu vida entera a manos llenas.

-Porque te desvelaste, te precupaste y lloraste por mí, quién sabe cuántas veces.

-Porque me amas sin esperar nada a cambio, sólo que sea feliz.

-Porque eres el sol que ilumina cada uno de mis días.

-Por todos los licuados, sandwiches y hot cakes que preparaste para mí.

-Por los regaños y enseñanzas, que me han convertido en un mejor ser.

-Por convertir mi infancia en algo mágico: las navidades, los días de reyes, los cumpleaños, los días del niño y todo...

-Porque trabajaste mucho para sacarme adelante sola, y tuviste la fuerza para enfrentarlo todo por mí.

-Porque me diste valores y me enseñaste a rezar.

-Porque me miro al espejo y te veo a tí.

¡Felicidades, mamá! Te amo.


Y a todas mis tías, cuñadas, primas y amigas mamás: ¡Muchas felicidades en su día!
Gracias por hacer de este mundo un lugar mejor, cada día.

Feliz día del niño




Aquéllos días en los que las decisiones importantes se tomaban con un "piedra, papel ó tijeras", y en los que se podía detener el curso de la vida si las cosas se nos complicaban con un simple "no vale, eso es trampa"... Aquéllos días hermosos y entrañables de nuestra infancia fueron tal vez los mejores días de nuestra vida.

Y, ¿cómo no extrañarlos y añorarlos si...

-Los errores se arreglaban diciendo simplemente "va otra vez".
-El peor castigo era que te hicieran escribir 100 veces "No debo hablar en clase"
-Tener mucho dinero sólo significaba poder comprarte un helado o un raspado a la salida del cole.
-El mejor día de la semana era el viernes, cuando podías irte a comer y a pasar toda la tarde en la casa de tu amiga Cecilia.
-Hacer una montaña de arena afuera de la casa de Victor podí­a mantenernos felizmente ocupados durante toda la tarde.
-Podías salvar a todos tus amigos con sólo un grito: '¡Un, dos, tres por mí y por todos mis compañeros!"
-Siempre descubrí­as tus más ocultas habilidades, a causa de un "A que no haces esto"
-"¡Tonto el último!" nos hací­a correr como locos hasta que sentí­amos que el corazón se nos salí­a del pecho.
-Los globos de agua eran el arma más moderna, poderosa y eficiente del mundo.
-Los hermanos mayores eran el peor de los tormentos, pero también los más fieles y feroces protectores.
-Los hermanos menores eran tu juguete, jajaja, aunque a veces se nos pasara la mano. Ups, perdón, Jesús.
-Nunca faltaban los regalos de los Reyes Magos, ni el dinero que nos dejaba el Ratón Pérez bajo la almohada.
-"Guerra" sólo significaba arrojarse gises y bolas de papel durante las horas libres en el salón de clases.
-Los helados y la leche de chocolate con galletas constituí­an el grupo de los alimentos básicos y esenciales.
-Quitar las ruedas pequeñas a la bici significaba un gran paso en tu vida. Y ponerle un Frutsi detrás y convertirla en motocicleta era una gran aventura.
-El mayor negocio del siglo era conseguir cambiar las estampas repetidas por las que tanto buscabas.
-Hacer campamentos con sábanas dentro de la recámara era un juego inigualable.
-Esperar El Chavo del Ocho por una semana era ¡demasiado!
-Ponerte el disfraz de Supermán ó, en mi caso, de La Mujer Maravilla y no quitártelo por días realmente te hacía sentir como un super-héroe.

No necesitábamos nada más que un balón, unas canicas y dos amigos para ser realmente felices. Ahhhh, qué tiempos. (Suspiro)

Hoy quiero hacer un homenaje a la niña que fui y darle las gracias a mi madre por haber hecho mi infancia tan hermosa y mágica. ¡Gracias, mamá, por los cuentos, los sandwiches, los incontables juegos, las navidades y los mejores recuerdos de mi vida!



Finalmente, quiero compartir con ustedes una frase de la canción "El primer amor" de Pablo Milanés: "Adiós, infancia. Ojalá que te recuerde en mi vejez con amor".

:) FELIZ DÍA DEL NIÑO.

PD. ¡Las traes!

Saudades


Este cuarto es muy oscuro; no puedo verte. Las sombras me rodean y escucho un sonido muy cercano. Se que eres tú porque reconozco tu quejido. Me acerco poco a poco y me recuesto a tu lado. Te tomo de la mano esperando darte consuelo y alivio, pero lo único que puedo hacer es acompañarte. Al cabo de un rato te calmas. Repentinamente la vida se aclara; ya no es tan gélida esta habitación. Estamos juntas.

Una luz fugaz ilumina de pronto todo, y solo ese momento me basta para distinguir los objetos que nos rodean: la cómoda vieja; sobre ella, tu virgen del Carmen; junto a la ventana, el sofá de madera en el que siempre te sentabas a tejer y a ver la televisión; en la pared, la fotografía de tu madre y, claro está, la puerta corrediza que tantas veces me cerraste por las noches para que me durmiera. Todas las cosas que forman tu hogar, porque están impregnadas con tu presencia. Las vislumbro y en ese segundo me siento segura.

Se oyen gritos y carcajadas a lo lejos. Son nuestros vecinos que llegan de una fiesta. Ahora son ya unos jóvenes, pero siempre los recuerdo como los niños que salían a jugar conmigo después de la escuela. Y entonces, con telepatía, me empiezas a platicar tus aventuras: puedo verte junto a tus hermanas, riendo y conversando. Después evocas la figura de las monjas en la escuela, a las que tantos dolores de cabeza les diste. Y las clases de inglés que te servían como pretexto para salir a la calle. ¡Qué lejano parece lo que me cuentas! Sin embargo, puedo ubicarte sin dificultad en todas esa peripecias. Si, en el fondo sigues siendo la misma niña traviesa y alegre. El ruido del exterior ha menguado. La memoria ha vencido al miedo y la tranquilidad se posa junto a nosotras. Lentamente caes en un sueño profundo. Puedo oir tu respiración.

Me despierto sobresaltada; miro el reloj y me doy cuenta de que ya han pasado varias horas. Sigues dormida. La luz tenue te toca suavemente. Te observo con detenimiento, quizá por primera vez en muchos meses. No comprendo nada. ¿En qué momento dejaste de ser una mujer lozana? ¿Cómo es que de repente estás tan débil, tan decaída? Siento como si regresara de un largo viaje y te encontrara de pronto viejita, enferma y cansada. No se supone que fuera así. Que yo recuerde, tu papel siempre había sido protegerme; el mío, refugiarme en tí. Me cuesta trabajo ver que las posiciones se invierten. Escucho interiormente un estruendo de cristales estallando; es una quimera que en este instante llora sus verdades. La angustia invade mi cuerpo como un gas helado que se filtra por mis poros hasta llegar al torrente sanguíneo y que, latido a latido, se esparce a cada célula. Me estremezco.

Ya ha amanecido y el resplandor matutino me trae la vigilia. Me levanto y percibo en tu cara la tristeza. Tus facciones se vuelven transparentes y me dejan ver la gran batalla que se libra en tu interior: te sientes despojada y tus reacciones brincan del amor a la desilusión; de la resignación a la angustia; de la aceptación al odio. Encarar este día te pesa tanto que ni siquiera tocas tu desayuno y apenas abres los ojos. Nadie puede acompañarte ni padecer por ti. Las personas que te amamos te consolamos, pero ninguno puede relevarte para que tengas una tregua. Imposible.

Tus pisadas interiores se oyen alejarse por el corredor. Cada vez más suaves. Te detienes. Entonces cobras fuerzas y te despides. Me gustaría tener en mis manos elementos que pudieran darte paz y, más que eso, quisiera poder cambiar el destino. Desgraciadamente, lo único que puedo ofrecerte es un “adiós” y todo mi cariño. Cierro los ojos e imagino que, a cada zancada, la vida te saquea. Un paso: tu familia. Otro paso: tu salud. Otro paso: la esperanza. Otro… qué bueno, ya no se escuchan más.

Las lágrimas brotan a chorros rompiendo la presa que las contiene y arrasan todo lo que encuentran. No puedo parar, experimento un gran dolor y no puedo detenerlo. ¡Cómo quisiera que essto no fuera más que una pesadilla! Pero el desenlace final no cambia nunca a pesar del dolor.

Han pasado ya varios días e incontable llanto. Tu ausencia abarca cada rincón, cada situación, cada objeto, cada emoción. Mi mirada se pierde en la infinitud de la ventana, mientras contemplo la impotencia de mis actos. Los árboles del patio me recuerdan que la vida no permitió que todo fuera diferente. Tú, simplemente, ya no barrerás sus hojas caídas. Nunca sospeché la intensidad de estas sensaciones. Me desgajo, me rompo, y no sé si alguna vez mis partes volverán a estar unidas.

Este cuarto es muy oscuro; no puedo verte. Las sombras me rodean y, sin embargo, la luz matinal resplandece afuera. El alivio que me queda es el amor de los seres queridos, en medio de la soledad del sufrimiento. Repentinamente la vida se aclara; ya no es tan gélida esta casa. Estamos juntos.

Feliz pascua


En esta imagen: Freda, como conejito de pascua.

Quiero desearles muy feliz pascua. Más que huevos de chocolate, conejitos de colores y canastas decoradas con listones, les deseo el mejor regalo de todos: el regalo de no sentir rencor, ni culpa, ni desesperación, ni soledad. El regalo de un futuro de amor, belleza interior y felicidad, la más grande que hayan conocido. Una verdadera celebración de la pascua, para siempre.

Todo mi amor. Ojalá que su conejo venga cargado de sonrisas. Mi coneja, Freda, está cargadísima de besos, jajaja.

¡Oh, no! Mi cabeza anda otra vez por las nubes.



Hoy me descubrí soñando de nuevo. Y es que soñar para mí es algo esencial. Desde niña he soñado despierta, mirando a través de la ventana, caminando, tomando un café por la mañana… Es parte de mi. De pronto, ¡zaz! Ahí estaba ya mi mente, volando por aquí y por allá, entre música, flores, atardeceres de colores y qué sé yo. Creo que esa es la naturaleza de todo artista: es parte de sentir distinto, de percibir las cosas de manera distinta, de ser distinto.

Ahora puedo decir que uno de mis más grandes sueños está cumplido y lo vivo día con día. Sin embargo, muchas veces me dijeron que mi ilusión era imposible, que mi cabeza siempre estaba en las nubes, que era mejor que me olvidara de todas esas cosas, y que pusiera los pies sobre la tierra. "¿La música? No, de la música no se puede vivir, es un juego, un pasatiempo". Caray, si hubiera escuchado esas palabras y hubiera dejado de soñar, ¿cómo hubiera podido perseguir ese sueño y hacerlo realidad? Ahora sería nadamás un sueño. Eso sí, tal vez ahorita tendría un “verdadero” trabajo.

Y, si bien, no puedo decir que materialmente tengo todo lo que los demás ven como “el éxito”, para mí el éxito radica en que vivo de lo que más me gusta hacer. Disfruto cantar, lo disfruto de verdad. Me gusta tanto que a veces lloro por dentro cuando estoy en escena. De emoción, de saber que nací para eso y lo estoy haciendo. ¡Cántas personas hay por el mundo desperdiciando su talento!

De cualquier forma, en ocasiones se me olvida cuánto me hace feliz cantar y sufro. Sí, sufre mi alma cuando alguna persona no aprecia mi trabajo. Me duele el corazón y me pregunto si no sería mejor dejarlo y volver a una oficina. Pero entonces siento esa cosquilla, esa sensación de adrenalina cuando entono una nueva canción, ¡y otra vez me dejo llevar! Entonces me acuerdo de cuánto amo mi trabajo. No importa si alguien no lo aprecia, si soy sólo música de fondo en ese momento, si me dicen que "le baje" porque estoy "molestando". De todas maneras, ¡amo cantar!

LA MISIÓN DEL DÍA:
*Sentarse a soñar: en una cafetería cercana a casa, en el coche (siempre que no estén manejando, claro, jajaja), en el parque, viendo a través de la ventana…
*Identificar cuál es el primer paso que hay que dar para cumplir ese sueño. Ya sea inscribirse para tomar alguna clase, comprar herramientas esenciales para lo que quieres hacer, hacer búsquedas en Internet, conectarse con las personas adecuadas, platicar con alguien, en fin…
*Sentir en todo momento que puedes hacerlo y que lo vas a lograr, y no dejar que nada ni nadie nos detenga con palabras absurdas. Ninguna palabra de ninguna persona podrá detener lo que Dios puso en nuestro corazón.

Hoy me sorprendí soñando de nuevo. ¡Oh, no! Mi cabeza anda por las nubes otra vez. Me pregunto qué nuevos sueño está floreciendo en mi jardín de los sueños.



Deseo de corazón que logres convertir tus sueños en realidad. Para hacerlo,
hay que ponerse a trabajar en ellos. Sigue creyendo. Ita.

Mi primer Blog - ¡Cómo han cambiado las cosas!


¡Cómo han cambiado las cosas!

Cuando yo era niña, era cool tener un diario. Por supuesto, era mucho mejor que nadie lo leyera. Lo escondíamos y lo atesorábamos. Si tenía llave era ¡lo máximo! porque así podíamos estar seguros de que nadie leería nuestros secretos. Era como una especie de terapia, porque podíamos escribir sobre las cosas más íntimas, el niño que nos gustaba, los problemas con nuestra mamá ó nuestra maestra. ¡Qué tiempos aquéllos!

Ahora, al parecer, lo cool es tener un "diario" que todos puedan ver: un blog, una red social... Esto es lo nuevo, lo de hoy. No sabemos a dónde nos va a llevar la era de la tecnología y la modernidad, pero lo que sí sabemos es que no queremos quedarnos atrás. Pues bien, a partir de hoy, me estoy convirtiendo en una "bloguera".

Quiero pensar que, el transmitir mi pensamiento a quien desee leerlo, me va a llevar a algo maravilloso. Si bien en estos momentos no estoy en la mejor etapa de mi vida, quiero creer que esto será un nuevo comienzo para mi. Retomaré mi gusto por escribir y, de paso, retomaré otras cosas que he dejado, un poco por decidia, un poco por depresión. Es normal, la vida va cambiando, nuestro sentimiento va transformándose...

El caso es que este es mi primer blog. Trataré de que, en lo sucesivo, lo que tenga que contar sea interesante para el lector. No pretendo tener miles de lectores, jajajaja, ni de fans, pero tal vez alguien seguirá mis palabras, nunca se sabe. A veces hablaré de cosas triviales, como el clima y mi maquillaje, pero a veces hablaré sobre sentimientos, ¡wow! Ya veremos cómo nos va en esta aventura. Lindo día afuera, sol, creo que saldré con Freda a pasear, nos hará bien.

Que sea un día lleno de amor para ti. Gracias por leerme. Ita