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Amarme a mí misma - Parte 1

Amarme a mí misma

Paso Nº 1
Recogiendo mis pasos
Saliendo del cuento de hadas

Algunas tribus y grupos indígenas en Latinoamérica tienen la creencia de que, unos días después de morir, los muertos regresan a “recoger sus pasos”. Yo no sé si esto sea cierto, pero sí creo firmemente en que a los vivos eso de recoger nuestros pasos nos puede ser muy útil. Antes de movernos hacia adelante, debemos recoger nuestros pasos. Pero, ¿qué es recoger los pasos? Pues es recorrer nuestro pasado y tapar agujeros, ofrecer disculpas, atar cabos sueltos, limpiar cajones, recoger lo bueno, quemar lo malo… Y, ¿para qué? En mi caso, porque el pasado me tiene un poco paralizada, así que necesito hacerlo. Hablar con los amigos de siempre, retomar caminos, pagar deudas…

El pasado no existe, sólo tenemos el presente y el futuro. Pero para que nuestro presente y nuestro futuro estén libres de maleza, es importante dejar atrás el peso innecesario. Nuestros días de antes nos han enseñado a hablar, a caminar, a escribir… Yo ahora no puedo recordar cómo he aprendido a leer, como tampoco puedo decir por qué aprendí a sentir miedo, inseguridad, angustia… Lo cierto es que ahora tengo sensaciones y pensamientos que me hacen daño. Es como si en algún momento me hubiera separado de mí misma y estuviera dividida en dos. Voy a ir a por mí misma.

¿Dónde estás, Ita? Te he estado buscando. En el paisaje, en la luz, en el amor… He estado gritando tu nombre al viento, pero no he obtenido respuesta. En el paisaje no estás. No te veo corriendo por la ciclovía. En la luz tampoco te encuentro. No estás bajo los reflectores de un escenario sacando tu canción y tocando el alma de los que te escuchan con tu voz. Y en el amor, Ita, es donde menos estás. Te veo enamorada y amando con locura, temblando de amor. Pero estás borrosa, como si estuvieras ahí, pero a medias. En corazón y alma, pero no en conciencia. ¿Dónde estás, Ita? Te necesito aquí. Necesito tu alegría y tu vitalidad. Vuelve con esa maleta llena de seguridad, llena de ti. ¿Te has perdido en una utopía, en un sueño que has creado en tu mente? ¿Tomaste un tren imaginario y ahora no sabes bajarte de él? Ven a la realidad. Vuelve, por favor.

Regresa a tu vida, a la que es tu vida. A tu presente real. No sigas en ese cuento mágico hablando con hadas, princesas y duendes. Ya te has dado cuenta, Ita, de que vivir dentro de tu mundo sólo te lleva a la soledad, porque nadie a tu alrededor cree en reinas y en amor eterno. Las personas son sólo humanos, humanos que sienten y viven el día a día. Muchas veces traicionando sus propios principios, teniendo relaciones superficiales sólo por placer físico, discriminando, haciendo comentarios negativos sobre otros, midiendo el tiempo irremediablemente a través del reloj... Esa es la realidad del mundo en el que te encuentras. La vida a tu alrededor no se detiene. Sale el sol y el mundo gira. Y mientras tú estás por ahí soñando con el sol, la luna y las estrellas, el tic tac, tic tac, tic tac se sigue escuchando y tú te sigues sintiendo fuera de lugar.

Lo malo de que no estés aquí, Ita, es que te llevaste tu risa, tu garbo, tu despertar tranquilo, tu energía. Eres sensibilidad, eres poesía, eres cariño, eres alegría, eres hija, eres amiga, eres amante, eres unos ojos expresivos, eres un rico pastel de chocolate. Eras un simple future y un contundente present continous y ahora eres un not so simple present y un going to constante.

Eres real, de carne y hueso. No eres una princesa de una historia lejana en la que tus ojos son tan hermosos que encantan al príncipe y te toma de la mano para bailar una música hermosa por siempre y sólo desea amarte, porque eres perfecta. No, no eres perfecta. Ni tienes que esforzarte por serlo, porque en el mundo real nadie es perfecto. El mundo real es un mundo de seres que dicen mentiras y dicen verdades, ríen y lloran, hacen daño y hacen el bien, roban y dan, aman y dejan de amar, están contigo y mañana no están. Acéptate y acepta este mundo, Ita, porque es el que tienes. No tienes otro, ni tienes otra vida, ni tienes más oportunidades que las del aquí y el ahora.

Toma la punta del hilo y comienza a seguirla para que no te pierdas en el camino de retorno. Respira hondo, toma una ducha, ponte bonita y camina hacia adelante. Sonríe, porque tienes muchas razones para hacerlo. Estás sana, eres hermosa, tienes todas las armas contigo. Toma un poco de tiempo, si lo necesitas, para llorar por el reino encantado que dejas hoy. Mira sus paredes doradas y brillantes, mira el trono de reina en el que has estado sentada todo este tiempo y despídete él. Vamos a cambiarlo por una silla muy firme. Despídete de lo que es ser reina: de la sensación de ser única, la primera y la última, la mejor, la más hermosa, la más importante, la más perfecta, la más inteligente. Vamos a cambiar todo eso por algo que también es bonito, pero sobre todo, es real. Saber que eres única porque todos lo son. No te compares. No existe alguien que sea idéntico a ti. No eres la primera ni la última, pero eres quien hoy está. No eres una reina, Ita, eres una mujer. Una mujer más de este mundo lleno de mujeres y de hombres.

¿Te sientes minúscula? ¿Te sientes pequeña en todo este mundo con posibilidades infinitas? Lo comprendo. Sé que cuando estás en un sitio enorme, con techos altos y explanadas, te sientes tan pequeña como una hormiga y quieres crecer, tener los tacones más altos del universo. Es verdad que todo impone, que la vida misma impone. Pero, Ita, no existe nadie ahí afuera que sea responsable de mover tus hilos, querida marioneta. Sólo estás tú. Tú y tus piernas para caminar; tú y tu garganta para cantar; tú y tu boca para reir… El amor inspira para que cantes, pero no es la música. El amor no es agua. El agua vital debes beberla tú misma. Tomar tu vaso y llenarlo, comer, hidratarte, dormir, descansar… son elecciones, elecciones de cada día. Elige siempre por ti.


Así que súbete en la máquina del tiempo, en el tren del destino, para que puedas entenderte mejor, conocerte, aprender de ti misma y amarte. Con todo tu paquete, tu infancia, tu juventud, tus defectos y tus virtudes. Con tu sensibilidad y tus pies feos. Llama a quien tengas que llamar. Escríbele a quien le tengas que escribir. Hoy comienza tu proceso. Vamos a lograr llegar a amarte como nadie lo ha hecho y como nadie podrá. Te espero aquí.

¿Tienes membresía?


Lo que está ocurriendo en España y en México actualmente, me recordó que el hombre, en general, todavía tiene miedo de sentirse libremente solo y por ello necesita pertenecer a grupos sociales. Tener alguna membresía te hace lograr identificación, inclusive contigo mismo. Estamos evitando ser personas, porque consideramos que es mejor ser miembros de un grupo. Debes ser zapatista, panista, anarquista, masón. No se vale en estos tiempos que seas simplemente una persona.

En México a un senador, al oponerse al incremento del I.V.A. y además negarse a asistir a la sesión (acto que yo aprecio), le ha ido “como en feria”. No dejó satisfechos a los de su partido ni a los de la oposición, quienes le exigían que se inmolara. Mi amigo Alex me preguntó: “¿Cómo puedes alabar a un senador coyón?” Me imagino que “coyón” debe hacer alusión a la cualidad de los coyotes, al gruñir y tirar mordidas laterales, pero nunca atacar de frente.

¿No estamos oyendo a miembros de un grupo gritarle a miembros de otro grupo? Yo no veo que a este senador se le permita ser una persona autónoma. Y es que en el senado hay muchos miembros de grupos diferentes que opinan y votan, pero siempre de acuerdo con su grupo. Qué triste.

Luego, en esta semana, mientras el presidente Felipe Calderón habla de “olvidar colores partidistas y dejar atrás recriminaciones y señalamientos absurdos” y Manuel Duarte informa que impulsará una reforma legal para imponer pena vitalicia a secuestradores, los políticos encargados de las decisiones están demasiado ocupados con las elecciones y las candidaturas como para pensar en trabajar. Y habiendo tantos grupos internacionales (pacifistas, justicieros, ecólogos, derechólogos humanos) que desean controlar a todos los demás grupos, lo que está ocurriendo en medio de esta lucha de poderes es que los grupos criminales se están radicalizando. Grave. Balaceras todos los días.

Los zetas esclavizan a los ciudadanos. Algunos ciudadanos se oponen a la lucha contra el crimen, porque apoyan a la oposición. Otros ciudadanos, que están con el gobierno en turno, creen ciegamente que se está haciendo una buena labor. Los ganaderos apoyan al PRI. EL PRD apoya al SME y a los zapatistas. EL PAN y el PRD se matan entre sí. Pues claro, es muy difícil en estos tiempos intentar ser persona en México.

Tengo miedo de que pronto en mi país ya no puedas decir quién eres sin decir a qué grupo perteneces. Así era en Madrid en los aciagos tiempos divididos de la República, por allá de 1936. Tenías que definirte: podías ser monárquico, falangista, republicano, comunista, socialista, fascista, anarquista, algo. Pero no se valía que fueras persona. Nadie te lo permitía, te fusilaban. Entonces tenías que definirte. Carajo.

Recuerdo que en 1995, María de los Ángeles se puso un hermoso delantal masónico para demostrar, con todos esos ropajes, que antes de ser persona se tiene una alta membresía en algún grupo. Y el jefe masón gritó: “La situación que hoy se vive obliga a todos a definirse, a mostrar sus verdaderas convicciones y cuál es su militancia. Hoy no caben los simuladores”. En esa ceremonia, María de los Ángeles, a pesar de tener un nombre cristiano, gritó con los masones el gruñido de guerra: “¡Duro, duro, duro, duro!” Entonces, ¿se trata de golpear a los del otro grupo? Pues defínete. ¿A qué grupo perteneces? Si no eres de tal o cual, no eres nadie.

Esos mismos gruñidos se oyeron expresados por muchos bandos españoles cuando enterraban a sus líderes asesinados. Eso de darse duro calentó el fogón y propagó la chispa de la conflagración. Hubo un millón de muertos porque ser español no era suficiente. Como si ser español libre o ser mexicano libre no fuera suficiente definición.

Algún día se va a escribir la historia de estos tiempos como tiempos oscuros durante los cuales todavía la gente cree necesario pertenecer a uno o varios grupos humanos para sentirse alguien. A pesar de que Octavio Paz piense que el hombre se ha liberado de los grandes nubarrones que significan los estados totalitarios, las ganas de totalizar siguen vivas y coleando.

En Estados Unidos no puedes ser un simple moreno. Tienes que definirte como africano, hispano o indígena. En Venezuela tienes que apoyar al gobierno. Sí o sí, no hay más. En México hay territorios en los que se presume que ya no hay alcohol ni prostitución. En esa zona, ¿está prohibido pecar? Pues entonces todos se irán al cielo por fuerza. ¿No es ésta la manifestación de un grupo fundamentalista peligroso?

Pues sí. Al parecer en el mundo se atenta poco a poco contra las personas libres. Dime con quién andas y te diré quién eres. Y ¿si no andas con nadie? ¡Albricias, eres persona, eres libre! Por eso celebro lo que está ocurriendo en España. Esas movilizaciones pacíficas me devuelven la esperanza. Ver a todas esas personas unidas me hace pensar en que al fin existe un grupo en el que se puede tener una membresía por ser persona, por pensar independiente, por no pertenecer… Felicidades porque la utopía es el germen que genera el cambio. Sin ese espíritu jamás se hubiera logrado nada en la historia de la humanidad. Espero que todos los que integran este movimiento mantengan la esperanza y sigan siendo libres.

No más sangre

México se equivocó

Todos cometemos errores y tomamos decisiones equivocadas. Durante el camino de nuestra vida elegimos constantemente: a las personas con las que nos relacionamos, los alimentos que ingerimos, los colores al vestirnos… Decisiones. Decisiones pequeñas y decisiones grandes. Siempre estamos haciendo elecciones. Y claro, no siempre son las correctas. A veces preferimos tomar un taxi que caminar, ó tomar soda en vez de agua. Pero lo malo no es equivocarse, sino continuar nuestro camino con actitud soberbia, orgullosa y silenciosa, por no decir “Dios, la regué”.

Por ello, la convocatoria para el día de hoy a las 17:00 horas para exigir que la guerra en contra del narcotráfico cese, me parece un verdadero acto de humildad. ¡Bien por México! Reconocer el error de haber elegido a Felipe Calderón como presidente y después levantar la mirada y caminar erguido para exigir que el derramamiento de sangre termine es un acto de madurez. Estoy orgullosa de los mexicanos que con estas acciones están proclamando a los cuatro vientos: “Sí, te elegimos. Sin embargo, no estamos de acuerdo con lo que estás haciendo y te demandamos acción inmediata. Aceptamos haber votado por el hombre equivocado, pero ya no podemos quedarnos en silencio asumiendo las consecuencias de ese error. Tomaremos las calles para que sepas que estamos cansados, que tenemos miedo y que no puedes engañarnos un día más. Nosotros ya aceptamos el error de haberte colocado en donde estás. ¿Cuándo aceptarás tú tus errores y dejarás el orgullo, los intereses ocultos y la necedad a un lado?”

¿Algún día tendremos un gobierno digno? Yo tengo esperanza en que el fuego de las velas y la presencia de flores en la marcha de hoy sembrarán en los mexicanos, por fin, la humildad. La humildad para decir “me equivoqué y caí, pero ahora me levantaré”. No dejemos que nos sigan mintiendo, no dejemos que sigan abusando de nosotros, no dejemos que continúe derramándose sangre… Ya basta. La guerra estaba perdida antes de comenzarla y, sin embargo, sigue. Cobra vidas diariamente y nos hace creer que está vestida de blanco y que es bien intencionada y pura. En realidad, es engañosa y mustia. Como tú, Felipe.

Qué alegría, soy imperfecta


La princesa amanecer, no la de los dibujos animados, sino la real, la de carne y hueso, se encuentra ahora atrapada dentro de la torre del castillo. La puerta está abierta, pero ella no puede salir. El dragón del miedo, ese dragón que la acompaña a todas partes, ha encontrado la manera de paralizarla. Ese dragón loco que todo lo ve negro, al que todo le parece extraño, al que lo rebasan las dudas. .. Ella lo mira y se cree un poco lo que el dragón le dice. Le cree. El dragón le coloca ideas en la cabeza, y ella en su mente las mastica, las mastica, las mastica…

La princesa amanecer no es tonta, ni débil. Es una mujer completa y capaz. Y sin embargo se marea con la embriaguez del dragón, cae en sus garras, pierde la fe. Una princesa que usa zapatos altos, pero que no se cae. Una princesa que ama con conciencia, pero que siente celos. Una princesa que se viste de blanco y al otro día de negro. Una princesa que sale de los agujeros más profundos con sus propios medios, pero que necesita una palabra de aliento del príncipe. Una princesa con un cerebro brillante y reluciente, que logra hilar palabras bellas una tras otra pero que, en efecto, se emborracha con los miedos que el dragón le infunde.

Y es que el dragón es un ser tan, pero tan carismático. Tiene cara de miedo, pero es cariñoso. Toca suavemente a la princesa, la envuelve en su mundo irreal y absurdo, fabrica cuentos y teje historias irresistibles. La princesa cae a sus pies.

¿No es algo hermoso? Pues lo es. Al menos para mí lo es. Una princesa que quiere ser perfecta, pero que no lo es. Una princesa que se sabe valiosa y amada, pero que tiene sus debilidades. Una princesa que fue creada, como todos los seres de carne y hueso, para que sea imprecisa. Qué suerte que la princesa lo ha comprendido y se dispone ahora a darle un cariñoso beso al dragón y a salir de la torre. El día está soleado y hay que aprovecharlo.

¿Sientes miedo ó dudas? Mastícalas, dales vueltas, cae en los brazos de tu dragón. Amalo y agradécele sus advertencias. Es humano. Pero cuando hayas comprendido tu naturaleza imperfecta y hayas sacado al miedo de tu sistema, sal de tu torre. Sal y enfréntate al mundo sabiendo que es natural sentir temor. Siéntete tranquila y pon tu cabeza muy en alto, princesa. Eres tan imperfecta, que eres perfecta. Ahora ya sabes la respuesta. Esperar. Ya duérmete tranquila.

Corazones sonámbulos


A veces encontramos en la calle a algún ser de semblante pálido, ojos opacos y mirar sombrío. Independientemente de su posición económica o de su ropa, que puede estar limpia e irreprochable o sucia y raída, se advierte en su persona un gran descuido. Camina muy lentamente, como abstraído de la realidad, todos sus actos revelan una gran indiferencia, parece que no se fija en nadie ni en nada y, si alguien le habla, contesta maquinalmente. Tal vez se trata de algún amigo y corremos para saludarle:

-¿Cómo estás? –le decimos con efusión.
-Bien.
-¿Qué heces?
-Nada.
-¿Estás enfermo?
-No.
-Llevaba mucho tiempo sin verte.
-Estaba fuera de aquí.
-¿Tienes problemas? ¿Puedo ayudarte?
-No, gracias. Te dejo porque tengo una cita.

Y sin palabras, nos deja plantados en medio de la calle. Entonces nos alejamos murmurando: “¡Que se vaya al diablo el orgulloso!” Volvemos a encontrarlo otro día y, al acercarnos, apenas nos responde. Esto se repite varias veces, crece y aumenta nuestra frialdad hasta que, casi sin notarlo, pasamos a su lado sin tomarlo en cuenta, como si aquél amigo o viejo conocido hubiera muerto.

Efectivamente, ese hombre ha muerto para la vida social. Probablemente de uno modo relativo y transitorio, pero también podría ser que para siempre. ¡Cuántos hay que mueren a los treinta años y son enterrados a los ochenta! En cualquier caso, nuestro juicio ha sido erróneo y él no merecía nuestras calificaciones ni nuestros desdenes porque, ¿conocemos realmente su vida y sus sentimientos? ¿Qué sabemos sobre lo que ocurre en su alma?

Ese ser está pasando por una prueba muy difícil. Lleva el corazón clavado con tanta fuerza a una cruz que su mente es incapaz de liberarlo. Está combatiendo con las pasiones, pues no sólo se lucha en los campos de batalla. Es un soldado que se bate contra la miseria, contra el hambre de su familia y sus hijos, contra la ruina de esperanza y de éxitos, contra un amor imposible, los celos, remordimientos, rechazo, discriminación ó intolerancia, enfermedades que no tienen cura o dolores, desesperaciones y agonías inexplicables. Esas son las luchas tremendas, y los combates oscuros y sin nombre. ¡Cómo disculparíamos ciertas faltas si pudiéramos ver en el fondo su origen verdadero!

Pasan uno o varios años y ya hemos olvidado a aquél “amigo” cuando, un día, llega a nuestras manos un periódico y nuestros ojos se fijan por casualidad en una esquela que nos anuncia su muerte. La noticia es breve y seca. El gacetillero es como el sepulturero: está acostumbrado a las defunciones. Por lo mismo, habla de la muerte de las personas con frialdad, sin importar que el suicidio, el alcohol o cualquier otra cosa, haya sigo la causa. Cae en su mesa de redacción una tarjeta de duelo enviada por la familia, contando todo sobre la enfermedad del difunto, sobre los detalles de su muerte, sobre sus cualidades…

-¡Vaya! –dice el reportero-. Aquí tenemos un párrafo.

Y después toma la pluma y tacha, dejando sólo lo “sustancial”, es decir, el lugar, el día, la hora de la defunción y el nombre del ser fallecido. Para él, nos acontecimientos sociales son sólo párrafos, nada más. Una boda es igual a una muerte; una función a una catástrofe. Todos son asuntos para unos cuantos renglones que, en extractos, deben explicarse brevemente. Tiene bajo su pluma los pulsos de la vida en sus múltiples manifestaciones, pero siempre es indiferente. Nos entristecemos a pesar de su laconismo e, inmediatamente, nos llama la atención el párrafo siguiente, que habla sobre una fiesta a la que no hemos sido invitados. La vanidad, entonces, nos hace olvidar el asunto.

Qué triste es la desaparición de un ser a quien cubrirá de un modo absoluto el olvido. Se acaba una vida más y ¿a quién le importa? Si para nosotros, que lo habíamos tratado, no queda nada, ¿qué puede quedar para la altiva indiferencia de los demás? Y, sin embargo, la existencia de aquél soldado vencido era digna de conocerse, siquiera por lo que la gente llamaría “extravagante, extraña”. Extraña es, en efecto, para nuestra sociedad, la vida del corazón. Y, ¿cómo no ha de serlo, cuando el amor, casi por todos, se considera ya como un mito?

Por eso es que yo, que conozco a uno de esos “corazones sonámbulos”, me decidí a narrar su historia en estas breves líneas. Lo admiro profundamente porque ha dado su vida por una pasión. Es un combatiente que aún vive, sufre, espera, trabaja y cree. Aunque trata a toda costa de abreviar el tiempo y la existencia. Camina por las calles buscando una imagen que le recuerde a la mujer que la muerte le ha arrebatado. En ocasiones bebe incontrolablemente buscando el olvido y, mientras todos le reprochamos sus excesos, él sigue idolatrando la mirada que ya no puede ver. Entra a un teatro, se sienta lejos de todo el mundo y lo único que hace es devorar con la mirada a cada mujer hermosa que pasa. Desea poder hallar alguna semejante a la que lleva impresa en el corazón y grabada en sus recuerdos. Y al no encontrarla, porque no puede encontrarla, huye rápidamente del lugar apenas terminado el primer acto. Se encierra a llorar su pena durante algunos días y, cuando ha recobrado fuerzas, sale nuevamente a la calle. Vuelve a buscarla, a sufrir, a desesperarse, a sumirse en la depresión, a aislarse…

Es esa su lucha diaria. ¿Vivirá así por siempre? ¿Alguna nueva pasión encenderá la sangre de sus venas? ¿Un nuevo sentimiento lanzará alguna vez de su alma la imagen de ella? El sostiene que su espíritu ya no puede sentir, que anda entre los vivos como un muerto, que no amará nunca más. Y jura fervientemente que su vida será un culto perpetuo para aquel amor. Yo lo dudo, por lo voluble del corazón humano. También porque naturalmente renovamos nuestro pensamiento con el paso del tiempo, nos curamos. Una pasión viviendo por una idea, un amor eterno que se alimenta de sí mismo, un alma que se consume por el recuerdo de otra alma. Me parece grande hasta pensarlo. Jamás lo he encontrado en la vida, sino sólo descrito en las novelas. Por eso vivo pendiente de este personaje, observando su existencia con verdadera curiosidad.

Invito a los que así lo deseen a comprender que dentro de cada ser hay una historia, un dolor ó una alegría. Invito a los que así lo deseen a no considerar su verdad como absoluta y a no derrochar palabras que juzguen ó descalifiquen. Mi amigo Pablo siempre decía, con la boca llena de razón: "Hablar mal de los demás habla mal de uno mismo." ¿No creen que el mundo sería mejor si aprendemos a respetar y a comprender a nuestros semejantes? Después de todo, todos hemos tenido el corazón sonámbulo en alguna ocasión, ¿o no?

Los Reyes Magos


Esta noche se respira magia. Estoy desvelándome pensando en tantos y tantos niños que en estos momentos se encuentran soñando y esperando la llegada de los Reyes Magos. Qué noche tan especial, llena de brillo y de diamantinas, llena de papeles de colores y de juguetes, llena de globos y cartas con letras de niño, llena de amor y de sueños… Cuando recuerdo lo que yo sentía en esta noche cuando era niña, se me llena el corazón de emoción.

Sin embargo, hay también cantidad de niños (y otros no tan niños) que ahora mismo están dudando de la existencia de los Reyes Magos. Unos a corta edad y gracias a sus “amiguitos”. Otros creyéndose muy grandes y muy sabiondos. Lo importante es que están dejando de creer. Y tal vez, en efecto, esos compañeros de clase que te cuentan "la verdad" tengan un poco de razón. ¿Cómo creer en los Reyes Magos ante tantos argumentos? La rapidez absurda con la que tres elegantes seres, montando camellos, caballos ó elefantes, visitan en una sola noche a todos los niños del mundo. No, es más lógico suponer que esos juguetes, que aparecerán en millones de camitas esta mañana, habrán sido dejados ahí por las manos temblorosas de tantos millones de papás y de mamás que, al dejar los regalos y atribuírselos a Melchor, Gaspar y Baltasar, renuncian incluso a la gratitud de sus hijos.

Yo creo que el que existan los Reyes Magos o no, dependerá de nosotros. Las cosas dejan de ser reales cuando dejamos de creer en ellas. Si creemos en ellos, ellos se seguirán acordando de nosotros. Pero si no lo hacemos, ¿por qué ellos habrían de tenernos en cuenta? Todos esos niños que ahora dudan no lo comprenden, pero un día lo harán. De eso estoy segura. Exactamente lo mismo les ocurrirá en la vida cuando tengan que poner una cantidad infinita de fe para creer en la existencia de muchas otras cosas. Por ejemplo, un príncipe. ¿Qué hombre no es un príncipe a los ojos de su amor? Y sí, también tendrán que creer en el amor. Tendrán que creer, porque de lo contrario se perderán de la felicidad tan grande que brindan todas esas cosas.

Yo digo que creamos. Una de las razones por las que nuestro mundo está triste es porque los niños de ahora están dudando demasiado pronto de la existencia de la magia. Antiguamente los hombres eran más sabios. Supieron llenar al mundo con bellas leyendas, de cada una hicieron una antorcha, y con ellas alumbraban sus días y los días de otros. De aquéllas historias tan hermosas estamos viviendo aún y, aunque miles de hombres viven enceguecidos por la furia y el poder, otros millones de hombres luchamos todavía por mantener encendidas esas llamas. Por eso es que aún vivimos con un poco de claridad. Pero si algún día todos los niños de la tierra dejaran de creer en los Reyes Magos, y todos los hombres del mundo dejaran de creer en el niño que llevan dentro, entonces nos quedaríamos a oscuras, como si el género humano se hubiera quedado ciego.



Los príncipes existen. Yo conozco uno. Y las hadas también existen. Hay un hada blanca en mi vida que reparte alegría a su paso. Y los Reyes Magos también existen. Si todos ellos fueran seres fantásticos, existirían también, porque no hay nada más real que la fantasía, que ha poblado al mundo de personajes que tienen mucha más vida, incluso, que las miradas de individuos que nuestros ojos pueden ver y nuestras manos tocar. Y nosotros, los humanos, somos más reales cuando nos aproximamos a personajes como Don Quijote, Hamlet, La bella durmiente y Papá Noel.

El mundo está hecho de quimeras, así que si alguien les dice que no existen los Reyes Magos, ó que no existe el amor, contéstenle que es un mentiroso delirante, pues existirán hasta que nosotros los destruyamos.

Deseo que esta mañana amanezcan junto a sus camitas muchas cosas hermosas: tal vez energía para enfrentar el dolor que están viviendo, ó la seguridad de que esto pasará. Tal vez confianza renovada en ustedes mismos. Tal vez una princesa hermosa con ojos claros, que los mire y los haga felices. Tal vez la sonrisa de ese niño ó niña que aún cree, y que abrirá sus regalos ante sus propios ojos. Tal vez la fortuna de comprender que están sanos, vivos y que, a partir de ahí, pueden lograrlo todo.

Esos y muchos más son los deseos de esta su amiguita que cree en los Reyes Magos como una de las pocas cosas serias en las que todavía se puede creer. Feliz día de reyes.

Gracias, mamá, por tantas madrugadas mágicas como esta. Te amo.