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Mi tesis sobre el amor



Los seres humanos deberíamos venir empaquetados como las medicinas, con una etiqueta donde constaran claramente todos los ingredientes, las dosis, las reacciones secundarias y hasta la vía de administración. Así conoceríamos de antemano los riesgos que hay al consumir a alguien. Pero también es cierto que eso eliminaría la espontaneidad y la belleza que hay en ir descubriendo a la persona amada poco a poco.

Hablar del amor… cosa fácil, ¿no? Uff, pues no. Si supiéramos un poco, sólo un poco sobre el amor, no nos costaría tanto trabajo relacionarnos con otra personita. La realidad es que no es sencillo. Hay tantas variables, que es imposible crear una fórmula mágica para amar. Además vivimos en un mundo que lo complica todavía más. En algún momento yo comprendí que los libros, la televisión y el cine nos venden romances que sólo ocurren en los libros, la televisión y el cine. Nosotros esperamos que el amor sea todo lo que nos dijeron que es: perfecto, sin límites y que todo lo puede. Creemos que el suficiente amor es capaz de cambiar a las personas y que gana por sobre todas las cosas. “Y vivieron felices para siempre”.

Yo soy romántica y ciertamente me he creído lo de comer las perdices y ser felices como lombrices. Pero es que amo vivir en pareja. Amo desayunar junto a “ya-saben-quién”, contarle mis sueños y despedirme con un beso largo y hermoso antes de separarnos para ir a trabajar. Amo recibir sus mensajes y que me llame por teléfono. Amo echarlo de menos y darle un toque para escuchar su voz. Amo el momento en el que lo vuelvo a ver después de tantas horas. Amo cuando le doy un beso y se me acelera el corazón porque ya está cerca. Amo que me cuente su día y contarle el mío y, cuando muero de sueño, que me abrace y quedarme dormida en sus brazos.



Se escucha hermoso, ¿no? La verdad es que se aproxima mucho a lo que es mi vida y, sin embargo, no todos los días son así. A veces hay problemas en el paraíso y el mundo se torna gris. A veces hay tormentas en el alma y en la mente que provocan que el amor se enferme. Es ahí cuando el amor no siempre gana y cuando podemos confundirnos y pensar que el amor no es amor. Y es que en la vida real el príncipe azul tiende a enojarse y a echar tripita, la zapatilla de cristal se rompe y la princesa se arruga, se pone celosa y dice tonterías. Al final, el carruaje se convierte en calabaza. Y suena terrible pero ¿saben qué? En realidad no lo es. Esto es normal, somos humanos. Nos equivocamos, crecemos, envejecemos… Es nuestra condición imperfecta.

Sin embargo, yo creo que el amor, amor, amor, el ver-da-de-ro amor sí es perfecto, sin límites y sí, todo lo puede. El suficiente amor sí cambia a las personas y gana, también gana. Y gana por sobre todas las cosas. Pero eso sí, no puede hacerlo solo. Necesita, ante todo, de dos personas dispuestas a amar. Dos, no una. Porque en el amor, 1+1 siempre es 2. Pero 1-1 siempre es cero.

El amor también necesita toda nuestra constancia, todo nuestro compromiso, todo nuestro coraje y toda nuestra determinación para hacer de cada día una nueva oportunidad para besar, reír, tener detalles, mimar, acariciar… Y lo más importante, el amor necesita de nuestra valentía. Pero no para amar, porque amar se hace fácilmente. No, se necesita valor para limpiar nuestro pasado. Porque para gozar del verdadero amor requerimos higiene mental y una inconmensurable sensatez. Sólo cuando eres realmente cuerdo, el amor te vuelve maravillosamente loco.



Para que el amor sea lo que verdaderamente es, necesita ser exorcizado de fantasmas infantiles, purificado de las imágenes del padre y de la madre, desinfectado de culpas religiosas, y vacunado contra prejuicios copiados y aprendidos por la moda estúpida, la pornografía y los estándares irreales de la belleza. Sólo así y sólo así dejaremos de creer que amar a alguien es estar en desventaja. Sólo así dejaremos de sentir que pedir un poco de cariño y protección es ponernos en manos de alguien y depender de él. Nadie que nos ame, por mucho que nos ame, puede ni debe compensar nuestro pasado, ni sanar los dolores vividos en la infancia, ni resarcir los errores cometidos, ni tampoco pagar los errores de otras personas que nos han hecho daño en el mismo juego del amor.

El amor se da en el presente y sirve para construir un futuro, pero del pasado sólo podemos rescatarnos nosotros mismos. Mientras no logremos sanar nuestra mente de malas interpretaciones, dudas, miedos, fantasmas, complejos y culpas, seguiremos dándonos topes contra la pared, seguiremos encontrando a las personas equivocadas y seguiremos pensando que el verdadero amor no existe. ¡Hay tanto que tenemos que desaprender para ser libres y auténticos!

Por eso, si quieres encontrar el verdadero amor, o si ya lo tienes pero no sabes cómo amar y estás sufriendo, esto es lo que tienes que hacer: ámate, sánate, cura tu mente y tu alma, conócete. Quiérete, quiérete, quiérete, quiérete y mucho. Acéptate, y cuídate, y protégete y res-pé-ta-te. No adulteres tu cuerpo, no adormezcas tu espíritu. Entiende, libera y perdona tu pasado. Cierra ciclos, deja ir. Después, comprométete con esa persona y con su felicidad al 100% y así, desde la mejor parte de ti, podrás compartirte con la mejor parte de alguien más. No esperes encontrar al príncipe azul o a la princesa encantada. Mejor conviértete en el príncipe azul o la princesa encantada.



Lo digo, lo entiendo, lo escribo y te lo aconsejo con absoluta seguridad de que es así y, sin embargo, yo misma todavía no logro hacerlo bien. Supongo que es cuestión de tiempo y de mucha práctica. Lo intentarás con todas tus fuerzas todos los días, todos los días, todos los días y, de pronto, libre de filtros, en un instante verás brillar al fin al amor en los ojos de otra persona y entenderás con cada átomo de tu ser, por qué el amor es y ha sido el sentimiento que más ha obsesionado al hombre a través de la historia, de principio a fin. Y sabrás con absoluta contundencia que si a algo venimos a esta tierra es a amar. Porque, con sus logros y sus fracasos, con sus cimas y sus abismos profundos, con sus alegrías y sus terribles tristezas, la vida siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, será mucho mejor de dos en dos.