Banner

Banner

Me tocó ser de los que sienten



He perdido la cuenta de las veces que he escuchado hablar a otros sobre la sensibilidad de los artistas como si fuera un estado que produce lástima y que debemos controlar. “Proyectas debilidad” fue uno de esos comentarios. Y es que los que nos dedicamos al arte somos seres a los que se nos dotó con una capacidad especial para sentir y para vivir con los sentimientos a flor de piel. Así nacimos. Es nuestra naturaleza ser espontáneos, creativos, intuitivos, dejarnos llevar, saber captar mejor una sonrisa, una melodía, un paisaje… o entender cuáles son las necesidades emocionales de niños, animales y ancianos.

También nos tocó la enorme dicha de que, con una mirada, con un pequeño roce, en un descuido, en un momento, podemos encontrarnos sintiendo un incomparable amor. Pero no es algo sencillo. Encontrar ese amor que siempre deseamos, que siempre anhelamos, es como encontrar un tesoro, como bajar una estrella. Podemos nunca llegar a tenerlo en la vida, sino sólo en sueños. Porque lo que buscamos es un amor perfecto, hecho a nuestra medida, exactamente con esos ojos, con esa boca, con esa voz, con esa forma de ser y de sentir. Es un ideal. Y lo queremos así: intenso, fuerte, apasionado, incondicional, como nosotros.

Así somos los artistas. “Bohemios” nos llaman. No pueden comprender por qué nos desvivimos así y somos capaces de pasar de la ironía al drama, de la comedia al horror, de la risa al llanto en una sola pieza de arte, o en un solo día. “¡Por el amor de Dios! Que alguien detenga a esos locos, dementes, drameros, pancheros, exagerados que quieren dar todo su corazón, su alma y su cuerpo. No pueden ir por la vida sintiendo tanto”. Y es que no somos “normales”. En cambio, los demás actúan racionalmente y seguramente leyeron “El Manual de la vida”, con todas las normas de comportamiento aceptables. A mí ese manual no me llegó nunca, o falté a la clase en la que se dijo que en la vida está prohibido sentir, llorar y ser un demente. “Deja de decir tonterías” nos dicen continuamente.

¿Cuál de los dos papeles juegas tú en la vida? Yo soy de los que sienten y estoy orgullosa de ser así. Y todas las voces que de mi alma emanan gritan dando gracias a la vida porque ¡me tocó ser de los que sienten! Jamás vendería esta bendita locura por un poco de “sobriedad numérica”. Creo que el mundo es más hermoso desde nuestra perspectiva que desde la perspectiva de las cuentas, la frialdad y la razón. Porque en nuestro paisaje hay flores y besos, hay ángeles y acordes, hay barro y formas. Si bien en el mundo no abundan los genios, sí hay exceso de petardos y “cuerdos”. Pero uno sólo de nosotros puede imaginar más que todos ellos juntos. No me malentiendan. Esto no quiere decir jamás que nosotros seamos mejores, pero tampoco que ellos lo sean. Sólo somos complementarios. Eso en un mundo ideal, en el marco del respeto a las diferencias. Lamentablemente las personas sensibles normalmente somos seres incomprendidos y juzgados por locos.



Es cierto que nos cuestionamos todo constantemente pero, ¿cómo no entrar en discusión ante la poesía implícita en el residuo del carboncillo? ¿Cómo ignorar la melodía de los trazos repetidos acusando el paso del lápiz por el lienzo? ¿Cómo creer en todo, sin preguntarse nada, sin querer redescubrirlo? Y sí, esta bohemia nos vuelve locos. Lo suficientemente desquiciados como para encontrar el ritmo de la poética incluso en los rincones más lóbregos del bajo mundo. Somos tan sensibles como para llorar tres veces al día y para hacer de una lágrima una nota más en el papel pautado. Somos tan impredecibles por nuestros repentinos ataques histriónicos y tan predecibles por la "locura". Somos tan introvertidos con lo que preferimos llevar en el alma, y tan extrovertidos por nuestras ganas de denunciar a quemarropa lo que otros no se atreven a denunciar. Somos tan astutos como para poder vociferar sin palabras y tan audaces para criticar con sutileza. Somos tan maduros a causa de la misma sensibilidad que nos caractariza, pero tan niños por nuestros desequilibrios…

Yo sí vivo con caballos dentro del corazón, que galopan por mis venas porque mi sentir es tan fuerte como una roca. Soy de los locos que sienten y no me avergüenzo, no. Mi batalla diaria entre la sensibilidad excesiva que a veces me da vida y a veces me mata está pagada cuando siento una emoción, un escalofrío, una punzada en el pecho, cuando escucho a los músicos tocar y tiemblo, cuando me miro en los ojos del hombre que amo y percibo su olor.

Y esto, por ejemplo, muchos no pueden entenderlo. No, ellos no comprenden nuestra manera de querer porque no saben qué es sentir en el pecho un estallido provocado por un aliento, no saben lo que es la fidelidad hasta con el pensamiento, no saben lo que es querer dar la vida entera por un sueño, por una ilusión. No lo saben, no lo entienden. Esa gloria es sólo de nosotros, los benditos elegidos, los que sentimos, los que caminamos por el sendero de las emociones: los artistas.

Sin embargo, qué ironía. También he perdido la cuenta de cuántas veces me han dicho frases como estas: “Tú que eres tan sensible, ayúdame a escribir una carta para mi mujer. Es que sabes decir las cosas con el corazón”. “Cantas precioso, me conmoviste. ¿Podrías cantarle algo a mi novio porque está enojado conmigo?” “Bienvenida a la fiesta. Ay, pero no trajiste la guitarra”. Y yo me pregunto entonces, ¿nuestra “sensibilidad horrenda” tiene un valor y una razón de ser sólo cuando la necesitan? ¿Ahí no le ven peros a nuestra irracionalidad? Tenemos sentido. Lo tenemos, lo tenemos. No cambiemos, no nos vendamos, no nos regalemos, no nos revelemos a todos.



La próxima vez que escuche una de esas vacías afirmaciones sobre nosotros, como “No hagas drama”, “¿Eres cantante? Ah, pero, ¿en qué trabajas?” o “Qué débiles son los artistas” recordaré estas frases, que me ayudan en mi día a día a luchar en contra de la incomprensión y el rechazo a nuestra naturaleza.

“No se debe confundir al sensible con débil. Vivir con sensibilidad requiere un esfuerzo supremo de capacidad para el dolor.”
Paloma Cobollo

“Sólo el alma sensible de un artista es capaz de mirar al mundo y comprenderlo todo, aún cuando sea diferente a sí mismo. Y sin embargo, qué incomprensibles son los artistas ante la mirada injusta del mundo que los juzga continuamente”.
Luis Gabriel Carrillo Navas

"Así como hay personas que necesitan llevar lentes negros para no lastimarse la vista, las hay que necesitan llevar una funda en el corazón, para no lastimarse el alma.”
Ita María Ruiz