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Carta de año nuevo


CARTA DE FIN DE AÑO

Hola.

Al fin he llegado y me da mucho gusto conocerte. Me voy a presentar como es debido. Mi nombre es “año nuevo” y soy una nueva, limpia y perfecta página en blanco en el gran libro de tu vida. No tengo tachones, ni enmendaduras. Mientras das la vuelta a la última página escrita, ¡llego yo! Así sin más, como una nueva oportunidad para perfeccionar tu técnica en el ingenioso y sagaz arte de vivir. Es hora de que empieces a poner en práctica lo que aprendiste en los últimos 12 meses. ¿Has hecho un recuento? ¿Te has tomado el tiempo para revisar las lecciones y para hacer conclusiones? Porque, lo veas o no, lo creas o no… eres mucho más sabio de lo que eras hace un año.

Seguramente eres diferente ahora de lo que eras el 31 de diciembre del año pasado. ¿Recuerdas quien eras en ese entonces? ¿Dónde estabas? ¿Qué esperabas de la vida? ¿Cuáles eran tus sueños? ¿Qué deseabas? Y hoy, 365 días después, ¿quién eres? ¿Qué nuevas personas has conocido? ¿Qué nuevos lugares? ¿Qué nuevos corazones? ¿Qué nuevas almas? ¿Amores? ¿Dolores? ¿Qué perdiste? ¿Por qué lloraste? ¿Qué ganaste? ¿Qué es lo que se fue y que ya no regresará? ¿Qué nuevas oportunidades te diste? ¿Y de qué te perdiste por miedos absurdos que todavía no te dejan vivir? ¡Cuánto ha pasado en sólo un año! ¡Y ahora llego yo! Con doce meses más de aventura, de problemas, de alegrías, de momentos maravillosos, de montones de gente nueva, de pasión, de música, de risas, de sorpresas…

¿Sabes? Es probable que muchas de las cosas que has esperado y que no han llegado estén en mí escondidas y deseando que las busques con mayor determinación, o en algún lugar distinto de los lugares en los que ya has buscado en años anteriores. O quizá están aguardando a que de verdad te atrevas a descubrir que están delante de tu nariz.

Todo lo bueno que has intentado alcanzar yo te lo puedo dar si consigues aclarar tu mente. Debes tener menos pensamientos contradictorios y más deseos claros y precisos. Si te atreves a tener el coraje de dejar de desear y comenzar a hacer, yo te lo aseguro: lo tengo todo. ¡Todo!

Lo que has soñado pero que no te has atrevido a llevar a la realidad, lo tengo yo. Lo que has deseado, pero no has tenido la voluntad de llevar a cabo, está en mí. Los besos que has querido dar, pero no te has atrevido, están en mí. Todas las oportunidades duermen en mí esperando solo tu propósito firme y tu decisión. Soy lo que necesitas para renovarte, cambiar, volver a empezar... Hoy puedes rectificar tu camino y reconciliarte con los demás o incluso contigo mismo. Soy una oportunidad más para encontrar el amor, o para renovarlo y llevarlo hasta el infinito.

Soy un regalo maravilloso, tu regalo personal. Soy todo tuyo y soy para ti. Te lo suplico: ¡úsame, aprovéchame! Escribe en mí con tu propio puño y letra y utilízame para diseñar lo que quieres que sea tu vida. Pero, sobre todo, utilízame para re-diseñarte a ti, para crearte.

Si lo haces bien, si aprendes a sacarme el máximo provecho, si te atreves a vivir intensamente en mí, yo te prometo que en doce meses serás aún más sabio, habrás aprendido a vivir mejor, sabrás más sobre lo que eres y sobre la vida… y entonces un nuevo regalo llegará, una nueva página, un nuevo capítulo se abrirá en tu vida, para mejorar lo que has hecho, corregirlo o tal vez arrancar de cero.

No tengas miedo de arriesgarte, no tengas miedo de experimentar, no tengas miedo de cambiar, no tengas miedo de amar, no tengas miedo de que te duela, no tengas miedo de perder, no tengas miedo de entregarte, no tengas miedo de vivir, no tengas miedo de llorar, no tengas miedo de intentar ser lo que siempre has soñado ser.

¡No tengas miedo! Hoy me entrego a ti. Feliz año nuevo.

Tuyo: 2020


Mi tesis sobre el amor



Los seres humanos deberíamos venir empaquetados como las medicinas, con una etiqueta donde constaran claramente todos los ingredientes, las dosis, las reacciones secundarias y hasta la vía de administración. Así conoceríamos de antemano los riesgos que hay al consumir a alguien. Pero también es cierto que eso eliminaría la espontaneidad y la belleza que hay en ir descubriendo a la persona amada poco a poco.

Hablar del amor… cosa fácil, ¿no? Uff, pues no. Si supiéramos un poco, sólo un poco sobre el amor, no nos costaría tanto trabajo relacionarnos con otra personita. La realidad es que no es sencillo. Hay tantas variables, que es imposible crear una fórmula mágica para amar. Además vivimos en un mundo que lo complica todavía más. En algún momento yo comprendí que los libros, la televisión y el cine nos venden romances que sólo ocurren en los libros, la televisión y el cine. Nosotros esperamos que el amor sea todo lo que nos dijeron que es: perfecto, sin límites y que todo lo puede. Creemos que el suficiente amor es capaz de cambiar a las personas y que gana por sobre todas las cosas. “Y vivieron felices para siempre”.

Yo soy romántica y ciertamente me he creído lo de comer las perdices y ser felices como lombrices. Pero es que amo vivir en pareja. Amo desayunar junto a “ya-saben-quién”, contarle mis sueños y despedirme con un beso largo y hermoso antes de separarnos para ir a trabajar. Amo recibir sus mensajes y que me llame por teléfono. Amo echarlo de menos y darle un toque para escuchar su voz. Amo el momento en el que lo vuelvo a ver después de tantas horas. Amo cuando le doy un beso y se me acelera el corazón porque ya está cerca. Amo que me cuente su día y contarle el mío y, cuando muero de sueño, que me abrace y quedarme dormida en sus brazos.



Se escucha hermoso, ¿no? La verdad es que se aproxima mucho a lo que es mi vida y, sin embargo, no todos los días son así. A veces hay problemas en el paraíso y el mundo se torna gris. A veces hay tormentas en el alma y en la mente que provocan que el amor se enferme. Es ahí cuando el amor no siempre gana y cuando podemos confundirnos y pensar que el amor no es amor. Y es que en la vida real el príncipe azul tiende a enojarse y a echar tripita, la zapatilla de cristal se rompe y la princesa se arruga, se pone celosa y dice tonterías. Al final, el carruaje se convierte en calabaza. Y suena terrible pero ¿saben qué? En realidad no lo es. Esto es normal, somos humanos. Nos equivocamos, crecemos, envejecemos… Es nuestra condición imperfecta.

Sin embargo, yo creo que el amor, amor, amor, el ver-da-de-ro amor sí es perfecto, sin límites y sí, todo lo puede. El suficiente amor sí cambia a las personas y gana, también gana. Y gana por sobre todas las cosas. Pero eso sí, no puede hacerlo solo. Necesita, ante todo, de dos personas dispuestas a amar. Dos, no una. Porque en el amor, 1+1 siempre es 2. Pero 1-1 siempre es cero.

El amor también necesita toda nuestra constancia, todo nuestro compromiso, todo nuestro coraje y toda nuestra determinación para hacer de cada día una nueva oportunidad para besar, reír, tener detalles, mimar, acariciar… Y lo más importante, el amor necesita de nuestra valentía. Pero no para amar, porque amar se hace fácilmente. No, se necesita valor para limpiar nuestro pasado. Porque para gozar del verdadero amor requerimos higiene mental y una inconmensurable sensatez. Sólo cuando eres realmente cuerdo, el amor te vuelve maravillosamente loco.



Para que el amor sea lo que verdaderamente es, necesita ser exorcizado de fantasmas infantiles, purificado de las imágenes del padre y de la madre, desinfectado de culpas religiosas, y vacunado contra prejuicios copiados y aprendidos por la moda estúpida, la pornografía y los estándares irreales de la belleza. Sólo así y sólo así dejaremos de creer que amar a alguien es estar en desventaja. Sólo así dejaremos de sentir que pedir un poco de cariño y protección es ponernos en manos de alguien y depender de él. Nadie que nos ame, por mucho que nos ame, puede ni debe compensar nuestro pasado, ni sanar los dolores vividos en la infancia, ni resarcir los errores cometidos, ni tampoco pagar los errores de otras personas que nos han hecho daño en el mismo juego del amor.

El amor se da en el presente y sirve para construir un futuro, pero del pasado sólo podemos rescatarnos nosotros mismos. Mientras no logremos sanar nuestra mente de malas interpretaciones, dudas, miedos, fantasmas, complejos y culpas, seguiremos dándonos topes contra la pared, seguiremos encontrando a las personas equivocadas y seguiremos pensando que el verdadero amor no existe. ¡Hay tanto que tenemos que desaprender para ser libres y auténticos!

Por eso, si quieres encontrar el verdadero amor, o si ya lo tienes pero no sabes cómo amar y estás sufriendo, esto es lo que tienes que hacer: ámate, sánate, cura tu mente y tu alma, conócete. Quiérete, quiérete, quiérete, quiérete y mucho. Acéptate, y cuídate, y protégete y res-pé-ta-te. No adulteres tu cuerpo, no adormezcas tu espíritu. Entiende, libera y perdona tu pasado. Cierra ciclos, deja ir. Después, comprométete con esa persona y con su felicidad al 100% y así, desde la mejor parte de ti, podrás compartirte con la mejor parte de alguien más. No esperes encontrar al príncipe azul o a la princesa encantada. Mejor conviértete en el príncipe azul o la princesa encantada.



Lo digo, lo entiendo, lo escribo y te lo aconsejo con absoluta seguridad de que es así y, sin embargo, yo misma todavía no logro hacerlo bien. Supongo que es cuestión de tiempo y de mucha práctica. Lo intentarás con todas tus fuerzas todos los días, todos los días, todos los días y, de pronto, libre de filtros, en un instante verás brillar al fin al amor en los ojos de otra persona y entenderás con cada átomo de tu ser, por qué el amor es y ha sido el sentimiento que más ha obsesionado al hombre a través de la historia, de principio a fin. Y sabrás con absoluta contundencia que si a algo venimos a esta tierra es a amar. Porque, con sus logros y sus fracasos, con sus cimas y sus abismos profundos, con sus alegrías y sus terribles tristezas, la vida siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, será mucho mejor de dos en dos.

Me tocó ser de los que sienten



He perdido la cuenta de las veces que he escuchado hablar a otros sobre la sensibilidad de los artistas como si fuera un estado que produce lástima y que debemos controlar. “Proyectas debilidad” fue uno de esos comentarios. Y es que los que nos dedicamos al arte somos seres a los que se nos dotó con una capacidad especial para sentir y para vivir con los sentimientos a flor de piel. Así nacimos. Es nuestra naturaleza ser espontáneos, creativos, intuitivos, dejarnos llevar, saber captar mejor una sonrisa, una melodía, un paisaje… o entender cuáles son las necesidades emocionales de niños, animales y ancianos.

También nos tocó la enorme dicha de que, con una mirada, con un pequeño roce, en un descuido, en un momento, podemos encontrarnos sintiendo un incomparable amor. Pero no es algo sencillo. Encontrar ese amor que siempre deseamos, que siempre anhelamos, es como encontrar un tesoro, como bajar una estrella. Podemos nunca llegar a tenerlo en la vida, sino sólo en sueños. Porque lo que buscamos es un amor perfecto, hecho a nuestra medida, exactamente con esos ojos, con esa boca, con esa voz, con esa forma de ser y de sentir. Es un ideal. Y lo queremos así: intenso, fuerte, apasionado, incondicional, como nosotros.

Así somos los artistas. “Bohemios” nos llaman. No pueden comprender por qué nos desvivimos así y somos capaces de pasar de la ironía al drama, de la comedia al horror, de la risa al llanto en una sola pieza de arte, o en un solo día. “¡Por el amor de Dios! Que alguien detenga a esos locos, dementes, drameros, pancheros, exagerados que quieren dar todo su corazón, su alma y su cuerpo. No pueden ir por la vida sintiendo tanto”. Y es que no somos “normales”. En cambio, los demás actúan racionalmente y seguramente leyeron “El Manual de la vida”, con todas las normas de comportamiento aceptables. A mí ese manual no me llegó nunca, o falté a la clase en la que se dijo que en la vida está prohibido sentir, llorar y ser un demente. “Deja de decir tonterías” nos dicen continuamente.

¿Cuál de los dos papeles juegas tú en la vida? Yo soy de los que sienten y estoy orgullosa de ser así. Y todas las voces que de mi alma emanan gritan dando gracias a la vida porque ¡me tocó ser de los que sienten! Jamás vendería esta bendita locura por un poco de “sobriedad numérica”. Creo que el mundo es más hermoso desde nuestra perspectiva que desde la perspectiva de las cuentas, la frialdad y la razón. Porque en nuestro paisaje hay flores y besos, hay ángeles y acordes, hay barro y formas. Si bien en el mundo no abundan los genios, sí hay exceso de petardos y “cuerdos”. Pero uno sólo de nosotros puede imaginar más que todos ellos juntos. No me malentiendan. Esto no quiere decir jamás que nosotros seamos mejores, pero tampoco que ellos lo sean. Sólo somos complementarios. Eso en un mundo ideal, en el marco del respeto a las diferencias. Lamentablemente las personas sensibles normalmente somos seres incomprendidos y juzgados por locos.



Es cierto que nos cuestionamos todo constantemente pero, ¿cómo no entrar en discusión ante la poesía implícita en el residuo del carboncillo? ¿Cómo ignorar la melodía de los trazos repetidos acusando el paso del lápiz por el lienzo? ¿Cómo creer en todo, sin preguntarse nada, sin querer redescubrirlo? Y sí, esta bohemia nos vuelve locos. Lo suficientemente desquiciados como para encontrar el ritmo de la poética incluso en los rincones más lóbregos del bajo mundo. Somos tan sensibles como para llorar tres veces al día y para hacer de una lágrima una nota más en el papel pautado. Somos tan impredecibles por nuestros repentinos ataques histriónicos y tan predecibles por la "locura". Somos tan introvertidos con lo que preferimos llevar en el alma, y tan extrovertidos por nuestras ganas de denunciar a quemarropa lo que otros no se atreven a denunciar. Somos tan astutos como para poder vociferar sin palabras y tan audaces para criticar con sutileza. Somos tan maduros a causa de la misma sensibilidad que nos caractariza, pero tan niños por nuestros desequilibrios…

Yo sí vivo con caballos dentro del corazón, que galopan por mis venas porque mi sentir es tan fuerte como una roca. Soy de los locos que sienten y no me avergüenzo, no. Mi batalla diaria entre la sensibilidad excesiva que a veces me da vida y a veces me mata está pagada cuando siento una emoción, un escalofrío, una punzada en el pecho, cuando escucho a los músicos tocar y tiemblo, cuando me miro en los ojos del hombre que amo y percibo su olor.

Y esto, por ejemplo, muchos no pueden entenderlo. No, ellos no comprenden nuestra manera de querer porque no saben qué es sentir en el pecho un estallido provocado por un aliento, no saben lo que es la fidelidad hasta con el pensamiento, no saben lo que es querer dar la vida entera por un sueño, por una ilusión. No lo saben, no lo entienden. Esa gloria es sólo de nosotros, los benditos elegidos, los que sentimos, los que caminamos por el sendero de las emociones: los artistas.

Sin embargo, qué ironía. También he perdido la cuenta de cuántas veces me han dicho frases como estas: “Tú que eres tan sensible, ayúdame a escribir una carta para mi mujer. Es que sabes decir las cosas con el corazón”. “Cantas precioso, me conmoviste. ¿Podrías cantarle algo a mi novio porque está enojado conmigo?” “Bienvenida a la fiesta. Ay, pero no trajiste la guitarra”. Y yo me pregunto entonces, ¿nuestra “sensibilidad horrenda” tiene un valor y una razón de ser sólo cuando la necesitan? ¿Ahí no le ven peros a nuestra irracionalidad? Tenemos sentido. Lo tenemos, lo tenemos. No cambiemos, no nos vendamos, no nos regalemos, no nos revelemos a todos.



La próxima vez que escuche una de esas vacías afirmaciones sobre nosotros, como “No hagas drama”, “¿Eres cantante? Ah, pero, ¿en qué trabajas?” o “Qué débiles son los artistas” recordaré estas frases, que me ayudan en mi día a día a luchar en contra de la incomprensión y el rechazo a nuestra naturaleza.

“No se debe confundir al sensible con débil. Vivir con sensibilidad requiere un esfuerzo supremo de capacidad para el dolor.”
Paloma Cobollo

“Sólo el alma sensible de un artista es capaz de mirar al mundo y comprenderlo todo, aún cuando sea diferente a sí mismo. Y sin embargo, qué incomprensibles son los artistas ante la mirada injusta del mundo que los juzga continuamente”.
Luis Gabriel Carrillo Navas

"Así como hay personas que necesitan llevar lentes negros para no lastimarse la vista, las hay que necesitan llevar una funda en el corazón, para no lastimarse el alma.”
Ita María Ruiz