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Vértigo


Hace unos días soñé que estaba en la cima de una barranca muy profunda. No sé ni cómo llegué ahí pero, en un momento dado, me encontraba parada en la orilla de este lugar imponente, admirable… Desde la altura se veía cómo se abría la tierra y al fondo pasaba un río tranquilamente. La primera sensación fue un vértigo espantoso. Siempre he tenido miedo de las alturas, así que ese miedo se apoderó de mí, un miedo que se siente, como dice mi amigo Felipe, “como si te jalaran el ombligo por dentro”. Vértigo.

Estoy muy familiarizada con esta sensación. He sentido vértigo toda la vida. Cuando tengo deseos, sueños, cuando se me presentan oportunidades, cuando he enfrentado mis duelos, al amar… Es esa sensación tan extraña que te provoca el sentirte atraído con locura hacia alguien ó algo, pero al mismo tiempo tener ansiedad, miedo. Miedo de pensar demasiado y no atreverse a sentir. Y también miedo al desear hacer algo con todas tus fuerzas, pero no tener el aplomo para lanzarte al ruedo… Vértigo, que no es en sí miedo a caer, sino deseos mismos de aventarse.

Y me encontraba ahí, paralizada, sintiendo vértigo. Tal vez sí tenía deseos de arrojarme al vacío. (Paréntesis. Atención: esto no es un deseo suicida, es sólo vértigo. No se me vayan a alborotar, especialmente Roberto, jajaja, que, para los que no lo conozcan, es mi terapeuta y, claro, mi amigo. Fin del paréntesis) De pronto llegó la calma, como si el abismo me comenzara a relajar con el ruido del agua, el viento y la inmensidad. ¿Cuántos años hace que este lugar tan hermoso existe? Muuuchos años. Desde antes de que mi tátara-tátara-tátara abuelo pensara en formar una familia, esta majestuosidad ya existía. Entonces sentí como el sitio se movía lentamente, como un mar en calma. Se movía tan lentamente que era casi imperceptible. Pero se movía, estaba vivo, respiraba, me hablaba…

Me olvidé de todo y comencé a pensar en mí, en mis preocupaciones. Qué pequeñas son comparadas con la inmensidad misma de ese lugar. Qué insignificantes cosas me hacen sentir angustia ó me atormentan. Qué minúscula soy. Y sin embargo adentro, en mi corazón, todo se siente tan grande, tan intenso. En realidad, la vida es tan corta, se va tan rápido, que no tiene ningún caso llenarla con sentimientos negativos ó dudas. Pensándolo bien, ¿qué importa el futuro si lo que tenemos ahora es el presente? ¿Por qué colocamos máscaras, aparentando que no sentimos, que no nos importa? ¿Por qué no nos permitimos sentir y dejarnos llevar? ¿Por qué nos afanamos en buscar seguridad? En realidad, lo único de lo que podemos estar seguros es de que en algunos años ya no estaremos aquí.

Yo creo que esta vida que tenemos es única. Ojalá me equivoque. Ojalá tengamos otra oportunidad para estar en este mundo, respirar y sentir nuestro corazón latir. Ojalá tengamos otra oportunidad para estar en este mundo y comer chocolates ó pizza. Ojalá tengamos otra oportunidad para estar en este mundo y sentir mariposas en el estómago, insomnio y falta de hambre por alguien. Ojalá incluso tengamos otra oportunidad para estar en este mundo y volver a sufrir cuando alguien se va, y llorar. Señal de que estamos vivos, de que no somos piedras.

Pero como no creo que así sea, venceré el vértigo y me aventaré. ¡Sí! Como el águila que descubre por primera vez que puede volar. Trataré con todas mis fuerzas de ser como ella cuando, al descubrir que se aproxima una tormenta, no huye, sino por el contrario. Sube al punto más alto que encuentra y espera a que los vientos soplen con fuerza. Entonces, los utiliza para impulsarse por arriba de los relámpagos y los truenos. Aprenderé de su confianza en la vida y le pediré prestadas sus alas.



Y volaré por la música, que me estremece con cada nota, haciéndome vibrar. Y volaré por el conocimiento que cada día adquiero sobre quién soy y lo que deseo, y por saberme única e irrepetible, con el compromiso de fomentar mis cualidades y talentos, con los que debo ser responsable. Y volaré por mi deseo constante por compartir la vida con otro ser feliz y entregarme por completo, en cuerpo y alma, a ese amor.

Vértigo. Ganas de arrojarse al vacío. ¡Ahí voy!

Gracias a los abismos por hablarme en sueños y gracias a todos los que me hablan a través de la vida.