Banner

Banner

Para mis amigos

Hoy me levanté, sin razón aparente, con el corazón hecho un nudo, con la angustia repiqueteándome en la nuez de la garganta y con el deseo de expresar qué es lo que estoy sintiendo. Sé que todo en mi vida está bien, o al menos está en un buen proceso. Queda mucha hierba por limpiar en el terreno de mi espíritu, pero veo con alegría que aquél lote baldío lleno de porquería toma poco a poco la forma maravillosa de un jardín donde pueden brotar las más hermosas flores de mis más profundos sueños. He cortado incluso ya algunas cuantas flores y he logrado colocarlas felizmente en el gran florero que llevo justo en el centro de mi corazón, adornándome el alma.



Con altas y con bajas voy, creciendo y eliminando de una vez por todas y para siempre, la basura emocional que me estorba. Y precisamente por lo complicado que esto está siendo, quiero compartirlo con todos. Porque me es triste ver a tantos seres que, al igual que yo, siguen golpeándose la cabeza contra el muro de los miedos, atados a las cadenas de las culpas, sufriendo por no darse la oportunidad de conocerse para ser felices. Me pone tan triste ver a nuestras espaldas pesadas cargas que no nos corresponden, sujetándonos con uñas y dientes a la mísera visión que tenemos de nosotros mismos y que nos impide volar y darnos cuenta de lo maravillosos que en realidad somos y de lo felices que merecemos ser. Y sé que la vida es así para todos porque mis amigos comparten sus sentimientos conmigo. Hay muchos de ellos que están pasando por malos momentos. Hace días una frase escrita por Cristina sembró en mi alma la semilla de escribir esto y derramó la última gota del vaso de mis emociones. Mi corazón responde instintivamente a las penas de aquéllos con los que comparto la aventura de la vida y no puedo evitar querer acercarme a todos estos seres que por alguna razón vibran en mi frecuencia.



Y aquí estoy, llorando a mares tratando de que lo que yo siento, de que mi proceso de lucha, ayude a los demás a salir adelante. ¡Porque todos compartimos el mismo dolor! La vida es cíclica. La vida cambia, pero se repite. Es decir, cuando no ha sanado tu mente, se repite en el mismo lugar, con las mismas circunstancias, con el mismo dolor y con la misma pérdida. Pero, por el contrario, cuando ya has sanado y has aprendido, y cuando ya has trabajado en ti mismo y has crecido, entonces la vida se repite en el mismo lugar y con las mismas circunstancias, pero tú ya no eres el mismo. Y el resultado es completamente diferente.

La vida está hecha de cambios, de eternos comenzares, de principios y finales, de caerte para volverte a levantar, del recuento de los daños. La vida es negro y es blanco, la vida es ying y es yang, la vida es orden y es caos. Y la vida mayormente (a pesar de que la gente 100% positiva quiera vendernos lo contrario) es aterradora. Con esto no quiero decir que no sea maravillosa. Quien bien me conoce sabe que amo la vida. Y sólo por decir que da mucho miedo abiertamente, creo que mi amor es más genuino y honesto: porque la amo no sólo viendo lo bueno y la amo a pesar de lo malo. En fin, la vida es aterradora, es cambiante y es un caos. Y esto puede arruinarte la existencia si sigues tratando de “agarrarte de afuera”. Sólo se sobrevive con paz y armonía al torbellino de la realidad cuando estás bien agarrado por dentro, cuando te agarras de ti mismo, cuando te tienes a ti tan claro y tan fuerte, que puedes sobrevivir a casi cualquier cosa.



Pero en la escuela no nos enseñan a conocernos. Y nuestros padres… benditos, amados, hermosos y humanísimos, llenos de virtudes y de defectos, padres, desafortunadamente, en medio de su historia personal, sin mala intención y con todo el amor del mundo, casi siempre se equivocan en aspectos de autoestima. No es su culpa. Ellos apenas pueden con su propia alma. La situación es que nadie nos enseña a amarnos de verdad. Y yo, estos últimos años, he vivido tratando de “agarrarme de afuera” porque nadie me enseñó a agarrarme de mí misma. Ahora estoy aprendiendo a hacerlo. (A putazos, pero lo estoy haciendo.) Y creo que nunca es tarde para entrar a la vida por la puerta principal y para partirme la madre con cualquier monstruo de mi pasado que no me está dejando ser feliz ni libre.

Deseo con todo el corazón ser feliz y dejar de sentir que no valgo, que no le importo a nadie y que mi presencia en la tierra da exactamente igual. Daría lo que sea por saber al fin tomar con coraje las decisiones que no he sabido tomar por miedo de despertar a los monstruos de mi pasado, por pánico de ser expuesta o por la angustia que nace del estúpido pensamiento de que “si me descubro como verdaderamente soy, seré destruida por mi pasado”. Lo sé. Lo sé porque lo estoy viviendo, porque lo estoy sintiendo. A mí me está costando mucho trabajo y muchas lágrimas darme cuenta de que conocerme significa creer, creer en mí misma para ser adulta y para aceptarme verdaderamente. Por eso, compartir esto que es tan personal con los demás es un regalo que me debo a mí, en primer lugar. Y en segundo a las personitas a las que amo. ¿Saben por qué nos pasa esto? ¿Saben por qué duele tanto? Por lo poco que nos amamos, debido a lo mucho que nos enseñaron a menospreciarnos.



A todos mis amigos: a ti que te encuentras en la frenética búsqueda de ti mismo; a ti, que estás en crisis emocional o moral; a ti, que sufres de amor propio; a ti, que no sabes qué está pasando pero sientes el corazón oprimido… A ti dedico estas palabras que alguna vez leí, y que ahora parafraseo con mis propias palabras: cree en ti, porque eres único. Tú puedes hacer cosas que nadie más puede hacer. Tú tocas la vida de otras personas de tal manera que solo tú puedes hacerlo. Hay una energía en el universo que sólo tú puedes entregar, porque nadie más tiene el alma que tú tienes. Tienes derecho a estar aquí porque eres especial, porque estás aquí y porque el único ser que puede cumplir tu propósito en este mundo eres tú.

Algunas personas, circunstancias o experiencias dolorosas nos hacen dudar de nuestra importancia y de nuestro valor. Por favor, te lo suplico, no permitas que esto te ocurra como me está ocurriendo a mí. Cree en ti porque tienes derecho de hacerlo. Una vez, un amigo me dijo esto: “Si por alguna razón en este momento no eres capaz de creer en ti misma, Ita, entonces permíteme hacerlo por ti hasta que tú puedas. Será un placer". Al final, mi amigo se fue de este mundo y yo todavía no he podido creer en mí misma. Ya es tiempo, ¿no? Ya es hora.



Un gurú preguntó a su discípulo si sabía cuándo acababa la noche y cuando empezaba el día. El contestó: “Cuando ves a un animal a distancia y puedes distinguir si es un caballo o una vaca sabes que es de día”. El gurú le dijo: “No.” Entonces el discípulo se quedó pensando y poco tiempo después dijo: “Cuando miras al cielo y puedes ver las estrellas sabes que es de noche y cuando sientes los rayos calientes del sol sabes que es de día”. El gurú lo miró y le dijo: “No, tampoco. Pero te daré la respuesta: cuando te miras a los ojos en el espejo y te puedes decir que te amas sintiéndolo con el alma, cuando te conoces lo suficiente como para sentirte orgulloso de ti mismo, cundo te aceptas tal cual eres, cuando pierdes el miedo a enfrentarte a tus emociones, cuando al fin te atreves a dejar de ser un niño perdido en el mundo de los adultos, cuando logras ser coherente con tus sentimientos y tus actos, cuando descubres la verdad de tu ser, cuando arrojas las culpas al aire y sanas tu alma, cuando comprendes en el fondo de tu corazón que mereces ser tan feliz como lo has soñado y trabajas y trabajas y trabajas y trabajas en ello para serlo, es de día. Cuando no eres capaz entonces, sea la hora que sea, sigue siendo de noche”.